Viernes Santo

Un año más, en la mañana de Viernes Santo, venimos como Comunidad de amigos de Jesús a estar un rato junto a Él. Estos días, de una manera muy especial, recordamos y celebramos cuán grande fue el amor que nos expresó en las últimas horas de su vida.  

Ayer fuimos invitados a su mesa como aquel primer Jueves santo. Qué poco debieron entender, sus amigos de entonces, cada uno de los gestos y cada una de las palabras que les fue regalando como prueba de amor y como testamento. Hoy también nosotros  podemos confesarle que  estamos muy lejos de conocer el alcance de lo que entonces nos quiso comunicar. 

Lo cierto es que su Palabra, hoy, nos llega con la misma fuerza de entonces. Porque Jesús sigue aquí, en medio de nosotros, como sigue día a día acompañándonos  en cada recodo del camino: en el trabajo, en la relación, en los buenos y malos momentos, en la alegría, en la soledad.  

Vamos a estar un rato junto a Él, nos estaba esperando. Quiere enseñarnos a mirar a nuestro mundo como lo miraba él, a escuchar su Palabra, a descubrirle en cada situación; sigue comunicándonos cuánto ama a cada uno, lo sepamos o no.  

1.-Hace escasamente dos semanas, más de dos millones de musulmanes en el mundo comenzaron el mes del Ramadán.

Esta celebración les recuerda la primera revelación del Corán a Mahoma y tiene para ellos un especial significado religioso. Es un mes de reflexión, ayuno  y convivencia que sirve de purificación espiritual y corporal. Tengamos presente que muchos, muchísimos de nuestros vecinos del barrio del Besós, están viviendo esta experiencia religiosa. 

Elmes del Ramadán, sagrado para los fieles musulmanes, coincidirá este año  con la festividad judía de Pésaj, la Salida de Egipto y con las celebraciones de la Pascua cristiana. Cada año, Israel, el pueblo judío,  suele dar acceso  a Jerusalén a la población palestina de Cisjordania ocupada, para asistir a los rezos del viernes de Ramadán en la Explanada de las Mezquitas. Pero no podemos olvidar que este año coincide además con otra escalada del conflicto palestino-israelí, que está siendo muy violenta. Desde que ha empezado el 2023 han muerto 86 palestinos y 15 judíos. Por eso las autoridades del país están muy preocupados por lo que pueda pasar en la Ciudad Vieja de Jerusalén en estos días de celebración.  

Judíos, cristianos y musulmanes, hijos de la Promesa, todos buscamos a Dios. ¿Por qué nos cuesta tanto la convivencia de unos con otros? ¿Por qué nos brota a veces la desconfianza, el recelo, la sospecha? ¿Porqué somos capaces de conflictos y guerra? Oremos, hoy, unos por otros para que, mirando al «otro» con los ojos de Dios, Compasivo y Misericordioso, podamos redescubrirnos como hermanos en nuestro camino de fraternidad que nos ha de llevar a la convivencia común y a la paz mundial.  

  

*Jesús no se cansó de decirnos una y otra vez que uno sólo es el mandamiento que nos deja: «Amaos los unos a los otros», «ama también a tu enemigo», «perdónale siempre»… Escuchemos también la Palabra de Jesús en la oración de la Última Cena:  «Padre, como tú me has enviado al mundo yo también los he enviado al mundo. Que todos sean uno para que el mundo crea que tú me has enviado». 

2.-¿Somos conscientes de la riqueza enorme que tenemos todos aquellos que disponemos fácilmente de agua potable? 

En gran parte del mundo occidental, acceder al agua es tan sencillo como abrir un grifo; por el contrario, en grandes zonas de África, Asia y América Latina, conseguir agua supone recorrer grandes distancias y enfrentarse a numerosos peligros para poder llenar siquiera una garrafa. Y la muerte de muchos, sobre todo niños, es por beber agua contaminada.  

El aumento demográfico y las consecuencias del cambio climático son una bomba de relojería que generará cada vez más conflictos por el uso y la gestión del agua. Y no solo es un problema la falta de agua, sino también la ausencia de infraestructuras que aseguren una buena gestión de los recursos hídricos en el continente.  

En una región en la que la agricultura y la ganadería son cruciales para el desarrollo de la sociedad, la escasez de agua se presenta como un verdadero drama. El aumento de precio de los alimentos a causa de las sequías y otros efectos del cambio climático están generando grandes movimientos de personas desplazadas a causa del hambre y la ausencia de un futuro digno. 

Pero… ¿por qué hablamos del agua hoy y aquí? ¿Hemos pensado alguna vez que quizá, parte de los inmigrantes que forman parte de nuestro vecindario, han tenido que dejar su tierra, su familia, sus raíces, por el problema del agua? Lo cierto es que son millones los desplazados  que lo tienen que dejar todo para poder sobrevivir.   

Los inmigrantes que viven aquí  ya no deben tener sed de agua, pero ¿no tendrán sed de otras cosas también muy necesarias? ¿Los miramos y ayudamos como hermanos de verdad? 

 

*Jesús nos habla del agua varias veces en el Evangelio. Él mismo se atrevió a decirle a la samaritana junto al pozo: «Dame de beber».  

En otro momento, hablando en parábolas, les dijo: «Venid, benditos de mi Padre, a recibir la herencia, porque  tuve sed y me disteis de beber». Pero,  también dijo: «Apartaos de mí, porque tuve sed y no me disteis de beber«.  

Cuenta san Juan en el relato de la Pasión que Jesús, justo antes de morir, dijo: «Tengo sed».  

Dejemos que estas palabras de Jesús resuenen en nuestro corazón. 

 

3.-Recordamos finalmente lo que leíamos ayer en la celebración de la Eucaristía:

Durante la Cena, Jesús se levanta de la mesa, se quita el manto y se ciñe la toalla. Luego pone agua  en un lebrillo y se pone a lavar los pies de sus discípulos»…. Al acabar les dice:»¿Entendéis lo que acabo de hacer? También vosotros debéis lavaros los pies unos a otros. 

 ¿De verdad entendemos lo que hizo Jesús?. Dice el Evangelio que «…Sabiendo que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo los amó hasta el extremo». Y éste fue el gesto con el que expresó tanto amor: servir, lavar los pies, ponerse en el lugar de los últimos.   

–   Podemos dar gracias por tanto amor que hemos recibido de Jesús y por cada uno de sus gestos que expresan: cuidado, compasión, curación, ternura… 

–   Podemos recordar a personas que a lo largo de la vida han hecho gestos como los de Jesús: nos han cuidado y nos han querido sin pedir nada a cambio…: padres, amigos, vecinos, compañeros de trabajo… 

–   Podemos dar gracias por todos los que se contagiaron del amor y del estilo de Jesús y andan por el mundo repartiendo caricias que hablan de Dios. 

–   Podemos dar gracias porque la semilla que sembró Jesús, sin hacer ruido, sigue llevando a nuestro mundo la buena noticia de lo grande que es el amor que Dios nos tiene.

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