Magdalena Sofía Barat

Al morir, el 25 de mayo de 1865, la Sociedad contaba con 3.500 religiosas en Europa y América y 111 fundaciones realizadas a lo largo de los sesenta y dos años de su gobierno.

Sus orígenes

Nació durante un incendio el 12 de Diciembre de 1779 en Joigny, un pueblecito de la Borgoña francesa. Eran tiempos convulsos y caóticos en los que la revolución arrastraba como un ciclón vidas, valores e instituciones. A pesar de ello su infancia estuvo marcada con el sello de lo natural y lo sencillo y creció contemplando en las cepas de su tierra cómo los sarmientos se adhieren a la vid y aprendiendo que el secreto para dar fruto está en la vida que nace desde las raíces.

Su formación intelectual fue atípica y desmesurada para una muchacha de aquel tiempo: su hermano sacerdote se propuso sacarle partido a la inteligencia de su hermana y se ocupó de que rindiera al máximo, descuidando en cambio la extrema sensibilidad de Sofía. Las ideas jansenistas de su madre y la rigidez exigente de su hermano hubieran podido ahogar su inicial experiencia religiosa y aunque no lo lograron, sí la hicieron tímida, callada y desconfiada de sí. Pero junto a aquel estrechamiento, las lecturas le ensanchaban el horizonte: gozaba con la historia y la literatura, aprendió filosofía y astronomía, latín y griego, se acercó a los clásicos en su lengua original y se rió leyendo El Quijote en español.

Magdalena Sofía Barat orígenes

© Ilustración Pilar Campos Fernández- Figares

Magdalena Sofia Barat se va a Paris

© Ilustración Pilar Campos Fernández- Figares

Contemplativa y apostólica

Más tarde se reunió con su hermano en París y allí completó sus estudios. Se preguntaba cómo podría compaginar su atractivo por una vida puramente contemplativa con el deseo creciente de hacer conocer el amor de su Dios y las vidas de algunos grandes santos orientaron su búsqueda: Santa Teresa le daba el atractivo por la oración; San Ignacio y San Francisco Javier le contagiaban su urgencia apostólica y en el amor al Corazón de Cristo se unificaron sus dos atractivos.

Contemplativa y educadora, Sofía querría ganar el mundo entero al amor de Jesucristo y por eso soñaba con «una multitud de adoradoras de todas las naciones hasta las extremidades de la tierra». En esa intuición realizaba la síntesis de dos deseos en apariencia contradictorios: la vida de soledad con Dios y el celo misionero.

Fundación de la Congregación

Sin planearlo ni proponérselo, se convirtió en la piedra fundamental del nuevo instituto: un pequeño grupo de mujeres a las que movía una pasión dominante: promover el encuentro de otros con el amor de Jesucristo, lo mismo que ellas lo habían encontrado o, mejor, habían sido encontradas por él.

Hicieron su consagración el 21 de Noviembre de 1800 y la nueva comunidad fue consolidándose con un espíritu amplio, fuerte y generoso, mezcla de intrepidez y de suavidad, con un amor muy humano y muy abierto a todos. Otras se fueron adhiriendo y comenzó la obra educativa: Sofía fue elegida superiora general cuando tenía veintitrés años. Al tratar de configurar el estilo de vida de la naciente congregación, surgieron serios obstáculos: las nuevas formas apostólicas a las que se sentían llamadas, no eran compatibles con las formas de vida religiosa conocidas hasta entonces de monjas sujetas a clausura papal. Sofía hubiera querido que las religiosas de su Sociedad fueran enteramente religiosas como las monjas de votos solemnes, pero teniendo la libertad de acción propia de las asociaciones pías de su tiempo.

Al final, la dimensión apostólica fue en Sofía más fuerte que la monástica y renunció a la consagración solemne. La radicalidad que pedirá en las Constituciones será su manera de ‘resarcirse’ de lo que en aquellos tiempos se interpretaba como una carencia. Había entendido pronto que su atractivo por la vida de clausura del Carmelo, así como las austeridades y penitencias de otras órdenes religiosas de la época, no pertenecían al verdadero espíritu de la Sociedad.

El camino que tuvo que recorrer hasta ver formulada su auténtica identidad fue largo y difícil y tuvo que superar las crisis que surgían de las tendencias divergentes: unas deseaban una vida más monástica y hacían peligrar la fidelidad a lo más hondo de la primera intuición espiritual que fue siempre para ella la llamada a la “unión y conformidad con el Corazón de Jesucristo.

Magdalena Sofia Barat fundación del Sagrado Corazón

© Ilustración Pilar Campos Fernández- Figares

Magdalena Sofia Barat fidelidad a la Iglesia

© Ilustración Pilar Campos Fernández- Figares

Fidelidad a la Iglesia

Le tocó vivir fuertes conflictos eclesiales: los obispos franceses desconfiaban de una Congregación que se extendía fuera de Francia y querían mantener la autoridad sobre ella a toda costa; otros consideraban que si la Sociedad quería implantarse en otros países, la casa general debía estar en Roma cerca del Papa, centro visible de la Iglesia. Sofía estaba en medio de las dos tendencias y cualquier que fuera su decisión, era mal interpretada por los que sostenían la postura contraria. Vivió esta tensión, una de las mayores causas de sufrimiento de su vida, con paciencia, humildad y sabiduría.

En medio de opiniones controvertidas, oposición y críticas, Sofía eligió el silencio, la paciente espera y la disculpa. Las ‘aguas torrenciales’ no consiguieron vencer la solidez de su humilde fidelidad a la Iglesia.

Contemplativa y educadora, Sofía querría ganar el mundo entero al amor de Jesucristo y por eso soñaba con «una multitud de adoradoras de todas las naciones hasta las extremidades de la tierra». En esa intuición realizaba la síntesis de dos deseos en apariencia contradictorios: la vida de soledad con Dios y el celo misionero.

Influencia Social

En aquellas circunstancias políticas, la influencia social se consideraba competencia exclusiva de la clase alta y el influjo en la sociedad a través de la educación cristiana era el objetivo fundamental de la obra externa del Sagrado Corazón: la compra del Hotel Biron (hoy Museo Rodin), un palacete muy conocido en Paris, marcó durante mucho tiempo a la Sociedad como clasista y Sofía, que tomó la decisión llena de dudas, lo lamentó después: «Me parece que estamos demasiado en el candelero por culpa de este Hotel Biron».

La humildad de su origen y su innata sencillez hacían que no se sintiera a gusto allí y escribía a Rosa Filipina Duchesne, su gran amiga y primera misionera en América: «¡Con cuánto mayor gusto me dedicaría a evangelizar a los salvajes…!»

Magdalena Sofia Barat

© Ilustración Pilar Campos Fernández- Figares

Magdalena Sofía Barat colegio para todos

© Ilustración Pilar Campos Fernández- Figares

Colegio para todos

Se preocupó siempre de que la educación del Sagrado Corazón alcanzara también a las niñas carentes de medios: junto a cada colegio destinado a niñas internas, se iban abriendo por todas partes escuelas gratuitas y a la muerte de Sofía el número de éstas era de 5.700 frente a las 3.700 internas. Cuando no era posible abrir una escuela gratuita, creaba orfelinatos y durante su generalato se abrieron dieciocho.

En un momento de epidemia la reacción de Sofía fue inmediata: «¿No tienen madre? La Sociedad del Sagrado Corazón está fundada para ellos. Aunque no quedaran plazas en el colegio, crearía uno nuevo inmediatamente para los niños huérfanos o abandonados por sus padres».

«A los pobres les daría yo mi piel», solía decir.

Ejercicios espirituales y retiros

Un tercer tipo de educación previsto por las Constituciones eran los retiros y ejercicios abiertos en casas de Sagrado Corazón para personas de todas las edades. Y añadió también como medio apostólico, con intuición y lenguaje insólitos para aquel tiempo:«la relación necesaria con las personas de fuera».

Magdalena Sofia Barat ejercicios espirituales

© Ilustración Pilar Campos Fernández- Figares

Magdalena Sofía Barat obediencia al espíritu

© Ilustración Pilar Campos Fernández- Figares

Obediencia al espíritu

Tenía sólo 32 años cuando decía: «Si volviera a nacer, lo haría sólo para obedecer al Espíritu Santo y actuar movida por él». Los que la conocieron bien dieron testimonio de que su vida consistió precisamente en eso. Eran conscientes (y ella también…) de que, sin su fuerza, hubiera sido imposible que una mujer tan frágil, con tendencia a la timidez y a replegarse sobre sí misma, con tanto atractivo por vivir la soledad y el escondimiento, fuera capaz de emprender la aventura de fundar una nueva congregación religiosa, mantener firme su inspiración original, llevar adelante tantas fundaciones, hacer tantos viajes, enfrentarse con tantos conflictos, superar tantas crisis, encajar tantos sufrimientos. Y, en medio de todo eso, permanecer fiel a las personas y seguir confiando en ellas, perdonar deslealtades, no dejarse desanimar, reaccionar con mansedumbre y con humilde paciencia.

Don de la realidad

Quizá fue su capacidad de relación el rasgo más atractivo de su personalidad: tenía el don de sacar a flote lo mejor que había en las personas e impulsarlo hacia adelante.

Miraba de frente y a los ojos, pero no para analizar ni controlar, sino con la mirada de alguien que, desde una honda compasión, se ofrecía para hacer camino con quienes se le acercaban.

Magdalena Sofía Barat don de la realidad

© Ilustración Pilar Campos Fernández- Figares

Magdalena Sofia Barat escribe cartas

© Ilustración Pilar Campos Fernández- Figares

Fuente de inspiración

Tenía un carácter vivo y se comunicaba por carta con asombrosa facilidad (¡se conservan unas 14.000!) y tuvo el don de hacerse cercana a sus hijas a pesar de las distancias. Su preparación intelectual y sobre todo humana, la había capacitado para hacerse cargo con precisión de los datos de una situación, decidir lo que debía hacer en cada momento y llevar a término lo que consideraba acertado. Sus cartas están llenas de innumerables propuestas, ideas y proyectos, de los que algunos podían ser llevados a cabo mientras que otros resultaban irrealizables.

Sofía, flexible y creativa a la hora de buscar soluciones, se convirtió en una fuente de inspiración para sus compañeras y cuando pasaron los tiempos de fuertes crisis, el túnel oscuro desembocó en un espacio amplio que ensanchó su corazón y le abrió a nuevas perspectivas. Se había liberado de antiguas ataduras y temores y su imagen de Dios se había transformado en una presencia amorosa y cálida.

En diferentes momentos de su vida Sofía había tenido que avanzar sola hacia el futuro. Pasó momentos de un aislamiento angustioso y se equivocó a veces al confiar demasiado en sus amigas. A lo largo de su vida, más de una traicionó su confianza y sin embargo Sofía no dejó nunca de sostenerlas a pesar de las críticas, manteniendo hasta la muerte su amistad con una perseverancia que algunas juzgaban ceguera y terquedad. Pero era su manera de amar.

Fuente de energía

A través de todo ello, fue creciendo en libertad interior y en fuerza personal. Cada etapa le trajo su lote de alegrías y de sufrimientos, pero ella tuvo siempre el valor de responder a la vida, incluso en los momentos en que se sentía incapaz de llegar al día siguiente. La fuente de su energía estaba en su fe profunda y en la oración: ahí encontró valor para salir de las tinieblas de su desconfianza de sí misma y de sus resistencias a asumir el liderazgo.

Magdalena Sofía Barat fuente de energía

© Ilustración Pilar Campos Fernández- Figares

RSCJ en el futuro

 

Al morir, el 25 de mayo de 1865, la Sociedad contaba con 3.500 religiosas en Europa y América y 111 fundaciones realizadas a lo largo de los sesenta y dos años de su gobierno. Dejaba las Constituciones terminadas, organizada la administración y, por la creación del cargo de vicaria general, el futuro quedaba ligado con el pasado.

Había soñado para sus hijas que «siempre y en toda circunstancia, su ocupación fuera glorificar al Corazón de Jesús». Y así es como ella vivió: permanentemente vinculada a los sentimientos, intereses y opciones de Jesús, en estrecha adhesión a Él y a su Reino, totalmente orientada hacia Aquel a quien le fue dado contemplar desde el ‘peso’ de su inmenso amor.

Sofía, flexible y creativa a la hora de buscar soluciones, se convirtió en una fuente de inspiración para sus compañeras y cuando pasaron los tiempos de fuertes crisis, el túnel oscuro desembocó en un espacio amplio que ensanchó su corazón y le abrió a nuevas perspectivas. Se había liberado de antiguas ataduras y temores y su imagen de Dios se había transformado en una presencia amorosa y cálida.

En diferentes momentos de su vida Sofía había tenido que avanzar sola hacia el futuro. Pasó momentos de un aislamiento angustioso y se equivocó a veces al confiar demasiado en sus amigas. A lo largo de su vida, más de una traicionó su confianza y sin embargo Sofía no dejó nunca de sostenerlas a pesar de las críticas, manteniendo hasta la muerte su amistad con una perseverancia que algunas juzgaban ceguera y terquedad. Pero era su manera de amar.

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