Viajeras en peligro
A lo largo de los años de vida de la Sociedad, muchas religiosas del Sagrado Corazón han arriesgado sus vidas en viajes peligrosos y han necesitado una gran generosidad, intrepidez y valor para lanzarse a los nuevos destinos que requería la misión. En una época en la que los viajes se hacían por necesidad más que por placer, había que acomodarse a unas condiciones de transporte nada confortables. En 1863, el barco en que viajaban la superiora de Halifax, la Madre Bowler, y una compañera, se estrelló contra unas rocas y tuvieron que llegar al pueblo más cercano en una carreta de bueyes. Tres años después, seis religiosas que se dirigían de Nueva York a Louisiana naufragaron cerca de Carolina del Sur. Salieron del barco por una escalera de cuerda, algo que no se atrevieron a hacer otros pasajeros. De isla en isla llegaron a la costa y siguieron el viaje en tren, gracias a la amabilidad de uno de sus compañeros de infortunio porque ellas no llevaban dinero.
El viaje de Estados Unidos a Cuba, necesitaban varios días. El viaje de Australia a Japón duraba un mes. También en los viajes largos surgían imprevistos, como les ocurrió a la Madre Sheldon y a su compañera cuando se dirigían a Japón. El barco hizo una escala misteriosa en Brisbane: los pasajeros bajaron y el barco zarpó antes de lo previsto; hubo que flotar una chalupa para llevar a las dos religiosas. Subieron al barco en una cesta que izaron desde la cubierta. En el comedor las recibieron con aplausos.
El hecho de que se generalizara la navegación a vapor hizo que se tardara menos en llegar al hemisferio sur. Fue la duración de estos viajes lo que impidió a la Madre Barat enviar a sus hijas a las antípodas. La Madre Lehon aceptó las fundaciones en Australia y Nueva Zelanda cuando los barcos pudieron atravesar el canal de Suez y la travesía se redujo a seis semanas. Estas largas travesías eran muy pesadas, aunque por otra parte daban tiempo para todo: rezar, trabajar y hasta escribir un libro, como hizo la Madre Stuart en su viaje de vuelta al mundo.
(Cf. Monique Luirard, La Sociedad del Sagrado Corazón en el mundo de su tiempo 1865-2000 p. 65 ss)
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