[vc_row][vc_column][vc_column_text]
Triduo Pascual
[/vc_column_text][vc_column_text]
Viernes Santo
[/vc_column_text][vc_column_text]
por Dolores Aleixandre RSCJ
[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_separator][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column width=»1/2″][vc_column_text]
A lo largo de los evangelios, a Jesús lo invocaron con diferentes títulos: Señor, Mesías, Hijo de Dios vivo, hijo de David…
Solo uno de los ladrones crucificados a su lado lo llama sencillamente por su nombre: “Jesús: cuando llegues a tu reino, acuérdate de mí” (Lc 23,42) La extrema proximidad entre él y Jesús, despojado de todo y compartiendo su mismo sufrimiento, le permite dirigirse a él así, sin ningún otro título.
[/vc_column_text][vc_single_image image=»4334″ alignment=»center»][/vc_column][vc_column width=»1/2″][vc_column_text]
- Podemos pronunciar su nombre internamente, no necesitsmos añadir nada para dirigirnos a aquel que está despojado de todo. Apropiarnos de la expresión del sorteo de sus vestiduras “ver qué se llevaba cada uno”, explorar dentro de nosotros qué es lo que queremos recibir de él en este momento de nuestra vida.
- Dejamos resonar el “Todo está acabado” de Jesús antes de morir, con todo lo que hay en ella de acabamiento de obra, de término de carrera, de meta alcanzada y recorrido final. De él dijeron que había amado hasta el fin (Jn 13,1) y exponemos ante él nuestro propio camino de búsquedas, trabajos, fracasos y logros. Le pedimos coincidir con él en esa trayectoria vital de amar, que es lo único importante.
[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]
Comentarios recientes