Triduo Pascual | Sábado Santo
Nadie le había reclamado cuando Pilato dio a escoger entre él y Barrabás. Solo después de muerto, José de Arimatea se atrevió a pedir su cadáver al gobernador Una antigua homilía oriental recrea la escena: “Entrégame, gobernador, para que pueda sepultarlo, el cuerpo de Jesús el Nazareno, el pobre, que vivía a cielo abierto, el huésped desconocido venido de otra tierra. Entrégame a este peregrino voluntario, que no tenía donde reclinar la cabeza y que, al no tener casa propia, recibió albergue y fue colocado en un pesebre y soportó la vida peregrina. Entrégame al despreciado, vencido y colgado ¿qué utilidad tendrá para ti el cuerpo de este peregrino…? Vino de una región muy lejana, para seguir siendo peregrino, bajó al lugar de las tinieblas.
Es por este muerto, oh gobernador, por quien te suplico: se encuentra colgado del madero porque no tiene casa. Nadie intercede por él, como haría un padre de esta tierra, un amigo, un discípulo, un pariente, un sepulturero. Verdaderamente solo él es el unigénito del único Dios. Es el Dios que ha venido a este mundo y no hay otro”.
Dolores Aleixandre
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