Retos de la pandemia en clave bioética por Olaya Mayans, rscj médico

Apenas cuatro meses transcurrieron entre la aparición de los primeros casos de neumonía por Covid-19 en China (noviembre de 2019) y la declaración del estado de alarma en España (14 de marzo de 2020) en respuesta al crecimiento exponencial de los casos y el colapso de las unidades de cuidados intensivos. El desbordamiento de los hospitales fue tal, que durante las peores semanas de la emergencia sanitaria la edad se convirtió en el criterio fundamental para decidir a quién tratar y con qué medios. La falta de tiempo, de conocimiento de la enfermedad y de recursos adecuados para hacer frente a la situación, abocaron a los médicos a tomar decisiones cruciales sin la suficiente ponderación. Además de las lamentables cifras de fallecidos, la crisis sanitaria ha puesto de manifiesto la necesidad de que los profesionales de la salud se replanteen los principios que guían sus valoraciones y actuaciones. Esa es precisamente la labor de la bioética, que en realidad nos incumbe a todos como sociedad.

Ante un mismo problema podemos preguntarnos si lo justo es dar a todos lo mismo -igualdad- o dar a cada uno según su necesidad -equidad-.

Como muestra la imagen, la igualdad se limita a dar a todos lo mismo mientras que la equidad tiene en cuenta la situación de las distintas personas. Evidentemente, el enfoque de la equidad es más completo que el de la mera igualdad, el problema está en que los recursos (los bloques debajo de las personas) son limitados y hay que priorizarlos. ¿Cómo hacerlo? No existen recetas ni soluciones fáciles. En cuanto a la gestión de la asistencia sanitaria, la experiencia vivida nos ha alertado como sociedad sobre el riesgo de sobrevalorar la importancia de la edad y considerarla un indicador de la “utilidad social” de las personas. Aunque evidentemente la edad es un dato importante a tener en cuenta, a la hora de valorar qué medidas tomar en cada caso, también hay que considerar otros aspectos de la persona como por ejemplo su estado de salud previo y la posibilidad de cuidados fuera del hospital.

No solo los profesionales sanitarios se vieron desbordados, también las autoridades políticas se vieron abocadas a tomar decisiones sin puntos de referencia claros. La pandemia nos ha puesto a prueba como sociedad y ha cubierto nuestros planes de un velo de incertidumbre. Hemos pasado del estado de bienestar al estado de alarma y ahora nos encontramos en busca de la “nueva normalidad”, en espera de conseguir una vacuna eficaz frente al virus.

La palabras incertidumbre y distanciamiento social resumen bien el modo como el coronavirus ha impactado en nuestra vida. La incertidumbre puede ser una oportunidad para ser más humildes y ejercitarnos en la flexibilidad a la hora de hacer planes. Las medidas de distanciamiento social -utilizar la mascarilla, guardar la llamada “distancia de seguridad”, instalar las mamparas de separación interpersonal, etc.- suponen una disciplina y dependen mucho más de la responsabilidad personal que del posible control exterior. La importancia de la responsabilidad personal para cuidar el bien común es clave en la situación que estamos viviendo.

Este “salto tecnológico” puede tener muchos aspectos positivos pero no podemos ignorar que también puede colocar a una parte de la población en situación de desventaja. Olaya Mayans, LATIDOS Clic para tuitear

Ante los riesgos de la presencialidad, a la que estábamos tan naturalmente acostumbrados, hemos multiplicado el uso que hacíamos de los medios de comunicación virtual. Este efecto de la pandemia ha marcado ya un antes y un después en nuestro modo de relacionarnos y también de trabajar. Este “salto tecnológico” puede tener muchos aspectos positivos pero no podemos ignorar que también puede colocar a una parte de la población en situación de desventaja.

El camino de recuperación lo recorreremos trabajando juntos como sociedad o no lo recorreremos, ya que el virus no atiende a razas, ideas políticas ni clases sociales. Ojalá esta pandemia sobrevenida que ha desestabilizado nuestras vidas sea ocasión de reconfigurar nuestros modos de relacionarnos, no solo para evitar  contagios sino para crecer en humanidad.

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