Renovación votos Naty Chamorro

Reflexión a partir de los textos para la Fiesta de la Fundación de la Sociedad (Zac 2, 14, 17; Sal: Lc 1, 46-55; Mt 12, 46-50)

El evangelio de esta fiesta, lo considero fuerte, duro y al querer entenderlo siempre me quedaba con gusto a poco porque sentía que no lo entendía. Pero en esta oportunidad y gracias a lo poco que llevo de teología me ha permitido acercarme a ella y a las otras lecturas de una manera diferente y entenderla desde lo que el estudio me ha estado motivando, el contexto del mundo y el contexto de nuestra fiesta.

En el evangelio de Mateo se presenta a María y a los hermanos de Jesús que lo van a buscar y él pregunta “¿quién es mi madre y mis hermanos?.” Se siente fuerte el rechazo de Jesús, porque además señala que sus discípulos, que no son nada sanguíneo, son su madre y sus hermanos.

En clases de Pentateuco cuando comenzamos a analizar la segunda tradición de los progenitores de la fe, se comenzó diciendo que al hablar del Pueblo de Israel teníamos que entender que este Pueblo en sí no era el elegido, sino que más bien el Pueblo de Israel representaba a todo el mundo, a todos los pueblos de la tierra, pero que el autor eligió a un Pueblo para explicar la acción de Dios en la historia, en un tiempo y lugar específico para manifestarse, pero que en sí, su acción y su amor era y es para toda la humanidad.

Volviendo al Evangelio y con lo que mencioné anteriormente tiene todo el sentido que Jesús haya dicho que sus discípulos eran su madre y sus hermanos porque su amor, su vida, sus acciones no eran de exclusividad para su familia, sino que traspasa lo físico, lo cultural, lo social y cada persona está invitada a sentirse como la madre y hermanos de Jesús.

Ante este gesto de inclusión, de derroche de entrega y de amor ¿cómo no alegrarse, no maravillarse del amor de Dios que habita en cada uno, en cada una? Así, toma mucha más fuerza y significado la primera lectura en donde Zacarías (Zac 2,14-17) invita a Sión a gritar de júbilo porque Dios está en medio de él, lo que recalca la universalidad de su amor porque unirá a todas las naciones y serán para Él un solo pueblo. Derroche de amor que se repite,  acogida e inclusión de todas y todos. 

Entonces, ¿cómo no alegrarse como María lo hace en el salmo? que al saberse reconocida como madre de Jesús canta el Magníficat anunciando su alegría y gozo. Y hoy que celebramos 222 años, ¿cómo no cantar, celebrar el gozo, júbilo y alegría de nuestra fundación en este momento tenso, crítico, de incertidumbre de nuestra historia?

Descubrir y manifestar el Amor del Corazón de Jesús, es nuestra misión. Anunciar ese amor que nos ha llamado y nos llama a nosotras hoy, como gesto y signo profético de que los seres humanos  cuando vivimos en comunidad, con esperanza y confiando que cuando nos sentimos hermanos, nos escuchamos, nos contenemos, somos capaces de tender puentes, de ver más el vaso medio lleno que el medio vacío, trabajar con otras y otros y abrirnos con valentía a lo nuevo que se nos invita a vivir.

Naty Chamorro – Joven profesa de Chile, estudiante de Teología en Granada (España)

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