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«¡Por fin había llegado a casa!»

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Patricia Hevia, rscj España

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Al tratar de escribir algo acerca del camino que me ha traído hasta la Sociedad del Sagrado Corazón todavía me habita con fuerza la huella que dejó en mí la llegada a mi primera comunidad de rscj : ¡por fin había llegado a casa! Después de algunos años de búsqueda experimenté la alegría de llegar a ese lugar en el que poder aprender a ser lo más verdadero de mí misma y dejar que Otro, Dios, lo convierta en don.

Al hacer memoria del “viaje” que me ha llevado hasta aquí recuerdo el poema de Konstantinos Kavafis (C.P. Cavafy), llamado Ítaca y que dice:
Cuando emprendas tu viaje hacia Ítaca
debes rogar que el viaje sea largo,
lleno de peripecias, lleno de experiencias.
No has de temer ni a los lestrigones ni a los cíclopes,
ni la cólera del airado Poseidón.
Debes rogar que el viaje sea largo,
que sean muchos los días de verano;
que te vean arribar con gozo, alegremente,
a puertos que tú antes ignorabas.

Al recordar el momento en el que decidí emprender ese viaje me vienen al corazón las dudas de mi corazón adolescente y la perplejidad de mi familia que proyectaba un futuro distinto para mí. Nada podía con esa sed honda del absoluto de Dios que experimentaba y el deseo de darme por entero. Tuve la suerte de poder compartir aquella búsqueda “primera” con otras amigas y compañeras de colegio y con las religiosas que nos acompañaban. En ello descubro la “tierra fértil” donde mi vocación fue creciendo y concretándose.

Es verdad que el camino que me ha traído hasta la Sociedad del Sagrado Corazón ha sido largo y que mi barca ha parado en distintos puertos, pero también es verdad que agradezco que así haya sido por la riqueza que me acompaña y que forma parte de mi historia. He podido descubrir la fecundidad de una vida silenciosa en un monasterio de vida contemplativa y acercarme a la realidad sufriente del mundo desde una congregación cuya opción preferencial es servir a los más pequeños y pobres. Mi viaje me ha llevado a compartir vida con ancianos, mujeres maltratadas, presas, enfermos;  y a hacer mías distintas culturas de Asia y de África… ¡Sí!, ha sido un viaje apasionante con momentos de alegría y otros de sufrimiento, en el que he aprendido (¡y sigo aprendiendo!) a abrazar mi barro, mis luces y mis sombras, mi riqueza y mi pobreza.

Al llegar a casa, al llegar a la Sociedad del Sagrado Corazón, he descubierto que nuestro modo de vida me invita a vivir desplegada y me lleva a más Vida. Desde el principio viví con fuerza la sintonía con nuestras hermanas mayores en este camino: Sofía, Rosa Filipina, Janet Stuart y muchas otras… Cuando fui leyendo las Constituciones experimentaba que ellas ponían palabra a mi búsqueda de una vida plenamente inserta en el corazón del mundo y de la vida desde una actitud contemplativa. Cuando comencé a conocer a distintas religiosas me sedujo acercarme a mujeres que vivían en una comunión profunda con la realidad, con la gente, con el dolor del mundo, con la alegría… me sedujo su forma de rezar y su modo de acoger a Dios y su Buena Noticia en la vida de cada día.

Después de un tiempo de formación y de vida apostólica en España y en Francia (BFN), antes de la probación fui enviada durante ocho meses a la India, para un tiempo de experiencia internacional. La Probación, en Roma, junto a 10 compañeras de 10 países, me ha permitido releer cada momento de mi historia desde la fidelidad de Dios a mi vida, desde su amor tierno, firme e incondicional.

Tras ese tiempo de gracia de la probación y de la experiencia honda de la Profesión Perpetua he sido enviada de nuevo a Bilbao, donde comparto mi vida en una comunidad de siete RSCJ. Trabajo en un centro para personas drogodependientes y en riesgo de exclusión social. Junto a ellos puedo vivir la experiencia del Corazón abierto y vulnerable de Jesús, y con ellos trato de comprometerme en la construcción de otro mundo posible más justo, más fraterno, donde todos tengan un lugar. Junto al trabajo también hay un espacio fuerte para otras actividades pastorales y de acompañamiento espiritual: colaboro en un centro universitario para jóvenes (Magis-Bilbao) y en otras muchas propuestas relacionadas con la espiritualidad (www.rezandovoy.org, Ejercicios Espirituales on-line, etc…). En este momento de mi vida experimento la abundancia del don de Dios que, a pesar de mi pequeñez, se desborda generosamente.

De la Sociedad del Sagrado Corazón me atrae la posibilidad de aprender a descubrir el latido de Dios en lo cotidiano desde el cuidado del propio corazón y la vida interior, su internacionalidad y la riqueza de compartir camino y vida con hermanas de tan variadas culturas, la vocación educadora que se puede expresar en muy distintos ámbitos y de muchas maneras… Creo que Dios nos bendice con una preciosa vocación y mi deseo es poder seguir compartiendo esta llamada con nuevas hermanas, para poder seguir expresando el amor fuerte y tierno de Dios por cada persona, especialmente con los más sufrientes de nuestro mundo.

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