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Otoño, aprender a soltar
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Hace pocos días, en todas las zonas se convocaron unos encuentros que marcaban el inicio de la preparación al Capítulo Provincial de julio 2020, previo al Capítulo General Especial de 2021. En ellos, laicos y rscj compartimos algunos temas clave en este itinerario que durará todo el año.
En estas reuniones, el esquema y desarrollo fue el mismo, y en todas ellas el inicio fue una oración con un texto sobre el otoño del libro «La sabiduría de vivir» de José Mª Toro, haciendo un paralelo entre éste y nuestras propias vidas, en lo que tiene de entrega y donación.
Os ofrecemos el texto que sirvió para empezar estos encuentros. Creemos puede resultar sugerente para unirnos, con todo nuestro ser, con en el tiempo de otoño.
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Las hojas no caen, se sueltan… Siempre me ha parecido espectacular la caída de una hoja.Ahora, sin embargo, me doy cuenta que ninguna hoja “se cae” sino que llegado el escenario del otoño inicia la danza maravillosa del soltarse.
Cada hoja que se suelta es una invitación a nuestra predisposición al desprendimiento.Las hojas no caen, se desprenden en un gesto supremo de generosidad y profundo de sabiduría: la hoja que no se aferra a la rama y se lanza al vacío del aire sabe del latido profundo de una vida que está siempre en movimiento y en actitud de renovación.
La hoja que se suelta comprende y acepta que el espacio vacío dejado por ella es la matriz generosa que albergará el brote de una nueva hoja. La coreografía de las hojas soltándose y abandonándose a la sinfonía del viento traza un indecible canto de libertad y supone una interpelación constante y contundente para todos y cada uno de los árboles humanos que somos nosotros.
Cada hoja al aire que me está susurrando, al oído del alma ¡suéltate!, ¡entrégate!, ¡abandónate! y ¡confía! Cada hoja que se desata queda unida invisible y sutilmente a la brisa de su propia entrega y libertad. Con este gesto la hoja realiza su más impresionante movimiento de creatividad ya que con él está gestando el irrumpir de una próxima primavera.
Reconozco y confieso públicamente, ante este público de hojas moviéndose al compás del aire de la mañana, que soy un árbol al que le cuesta soltar muchas de sus hojas.Tengo miedo ante la incertidumbre del nuevo brote. Me siento tan cómodo y seguro con estas hojas predecibles, con estos hábitos perennes, con estas conductas fijadas, con estos pensamientos arraigados, con este entorno ya conocido…
Quiero, en este tiempo, sumarme a esa sabiduría, generosidad y belleza de las hojas que “se dejan caer”. Quiero lanzarme a este abismo otoñal que me sumerge en un auténtico espacio de fe, confianza, esplendidez y donación.
Sé que cuando soy yo quien se suelta, desde su propia consciencia y libertad, el desprenderse de la rama es mucho menos doloroso y más hermoso. Solo las hojas que se resisten, que niegan lo obvio, tendrán que ser arrancadas por un viento mucho más agresivo e impetuoso y caerán al suelo por el peso de su propio dolor.
Las hojas no caen, se sueltan.
José María TORO,extraído del libro «La sabiduría de vivir«.
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