JUSTICIA, PAZ E INTEGRIDAD DE LA CREACIÓN

Ser Artesanas de Esperanza en nuestro Mundo Bendecido y Roto

FAMILIA DEL SAGRADO CORAZÓN

 

Lecturas para el Segundo Domingo de Adviento:
Isaías 40:1-5, 9-11 // 2 Pedro 3:8-14 // Marcos 1:1-8

Nos invita escuchar la voz que clama en el desierto, llamándonos a preparar el camino para Dios en medio de la crudeza de la pandemia global y la inestabilidad de nuestros sistemas políticos, económicos y sociales en ruinas, que no pueden responder a las necesidades de todos en nuestra casa común.

¡Una voz clama: «En el desierto abrid camino a Yahveh,
trazad en la estepa una calzada recta a nuestro Dios!
Isaías 40:3

Richard Rohr, sacerdote franciscano, llama al desierto un lugar donde nos aislamos de los sistemas de opresión en nuestro mundo. Sin embargo, nos recuerda que tomarse un tiempo para retirarse del mundo no es un escape; es retirarse con un propósito. Es tomarnos un tiempo para escuchar interiormente las voces que claman en el desierto, para abrir paso a Dios en nuestras mentes y corazones, en nuestras familias y comunidades, y en los sistemas que están sufriendo y no ayudan a nuestro mundo.

Cuando escuchamos en el desierto “se revelará la gloria de Dios, y toda criatura a una la verá” (Isaías 40:5).

EN ORACIÓN, VOY AL “DESIERTO” PARA ESCUCHAR LA VOZ QUE LLAMA.
PREPARO MI MENTE Y MI CORAZÓN PARA ABRIRME A ESCUCHAR EL CAMINO DE DIOS.

El Evangelio de Marcos nos llama a escuchar la voz que clama en el desierto.

EN MI CONTEXTO, ¿QUÉ Y DÓNDE ESTÁ EL DESIERTO?
¿DE QUIÉNES SO LAS VOCES QUE GRITAN EN EL DESIERTO?

En nuestro documento de JPIC, Ser Artesanas de Esperanza en Nuestro Mundo Roto y Bendecido, leemos seis veces la palabra “grito”. Se usa para recordarnos que “al escuchar y responder al
grito de los pobres y de la tierra herida, vemos el efecto del poder desenfrenado, especialmente cuando es impulsado por la codicia, la dominación y la cruel indiferencia” (p.9).

Se nos recuerda nuestra conciencia de que “hemos sido llamados y llamadas de muchas maneras a comprender nuestra relación con la tierra y a cuidar nuestra casa común.” Reconocemos en la tierra quebrantada y sufriente el cuerpo roto de Cristo. El grito de nuestra tierra herida exige una respuesta urgente y deliberada, y preocuparnos de esto, de nuestra casa común, es a la vez una llamada y un testimonio de esperanza (p.27-28).

En el mismo documento, nos hacemos preguntas que podemos llevar en este Adviento a nuestro “desierto” (p. 23):

  •  ¿Nos preocupamos y permitimos que el grito y la angustia de la tierra y la gente nos toque?
  • ¿Nos preocupamos y llevamos a la oración, las conversaciones y nuestros compromisos apostólicos?
  • ¿Nos preocupamos y tomamos medidas concretas para recibir a las personas en movimiento, ayudar a los angustiados y contribuir a la reconstrucción de sus vidas?
  • ¿Nos preocupamos y analizamos la situación para actuar para prevenir sistemáticamente o al menos contribuir a atenuar el impacto de estas formas de sufrimiento?

Situarnos en el desierto con un corazón abierto, y mientras escuchamos podemos sentir también la paz. Dios está ahí para dar, acogernos y consolarnos al escuchar: “Como pastor,
lleva a pastar a su rebaño, y su brazo lo reúne toma en brazos a los corderos, y conduce a las paridas” (Isaías 40:11). Cuando nos preocupamos, no estamos solos.

Cristo ahora en la historia. Cristo en el vientre del pueblo.
Cristo creando los cielos nuevos y la tierra nueva.
Oscar Romero (1917-1980), La violencia del amor

En esta segunda semana de Adviento, a pesar de estar restringidas/os por la actual pandemia, escuchemos las voces que claman en el desierto el cuidado de Dios. Les damos
dos sugerencias concretas:

  • Elija escuchar cuidadosamente a alguien (en persona, teléfono, WhatsApp, Zoom) que pueda necesitar apoyo, presencia o compasión. Responde lo que te pida, no lo que tu deseas.
  • Elija pasar tiempo escuchando a algo que no sea una persona (un árbol, agua, cielo, animal, etc.). ¿Cuál es su grito? ¿Qué aprendes?

Es en este espíritu de PAZ que encendemos nuestra segunda vela de Adviento, confiando con novedad:

El Señor hará oír la majestad de su voz y os alegraréis de todo corazón. Isaías 30:19, 30
Antífona de entrada, 2do domingo de Adviento

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