[vc_row][vc_column][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]

Nunca

[/vc_column_text][vc_column_text]

Reseña de Álvaro Sánchez Oliveros

[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column width=»1/2″][vc_column_text]

Preguntaron a Einstein una vez cómo imaginaba una hipotética Tercera Guerra Mundial. «Ignoro cómo sería una Tercera Guerra Mundial», contestó el genio, «pero la cuarta sería a pedradas». Follet, en 2021, recogió la pregunta y le dio una causa posible tan creíble que estremece. El libro se publicó meses —apenas unas semanas— antes de la invasión Rusa de Ucrania, lo cual lo dota de un halo casi profético que intimida. 

Es una obra de contrapesos magistral. Sabe encontrar lo comercial sin dejar por ello de plantear preguntas incómodas, lo cual la eleva por encima de esa narrativa de excitación pasajera, solo concebida para el mercadeo, con mucho ritmo y poco fondo, tan del gusto actual. Digamos que Nunca, es un libro para la piscina o para el gabinete, dejando a discreción de cada uno lo que se lea entre líneas.

Sinopsis sin spoilers: en una sociedad de ficción —los presidentes, gabinetes y personajes son inventados—, una escaramuza entre el Chad y Sudán termina enfrentando a EEUU y China que aparecen aquí como —lo que son en realidad— dos superpotencias cuya influencia genera relaciones de adhesión por interés obteniéndose que cualquier incidente, aun en el último rincón del planeta, desembocará en un pulso entre ambos gigantes. 

¿Puede el mundo llegar a una tercera guerra mundial? ¿Infunde el temor suficiente la capacidad apocalíptica del armamento moderno como para evitarla el precio que haga falta? ¿Se detendría el cerebro reptiliano del hombre cuando sus ansias de dominar a la manada amenazaran a la propia pervivencia de la comunidad?  Estas son las preguntas que se hace Follet a través de una novela —como siempre— tejida con hilo de oro en el bastidor de genialidades del escritor.

Incomoda la lectura por la proximidad con nuestro mundo. Es casi un trasunto del mapa geopolítico actual. La magia del libro aparece cuando, siendo una ficción, podría ser perfectamente reproducida en nuestro mundo real. Y esa capacidad de identificación con la problemática es sobrecogedora. Es un libro que invita a hacerse muchas preguntas y por eso me ha gustado tanto como para sugerirlo.

Por ponerle un “pero” aprecio cierto maniqueísmo: los diplomáticos aquí y allá son seres de luz, guardianes del orden y la paz planetaria, mientras que los militares son aquí seres telúricos, atrabiliarios y partidarios acérrimos del conflicto bélico a los que hay que sujetar recordándoles que pertenecen al ministerio de defensa y no al de ataque. Una mirada tan útil para crear la necesaria tensión dramática —y esto hay que reconocer que se consigue con creces—, como simplista y sesgada. Tal vez el maniqueísmo esconda un cierto antimilitarismo de Follet, o tal vez solo sea la consecuencia lógica de la narrativa, que exige el antagonismo para atrapar al lector en ese conflicto entre personajes. Aquí cada cual se quedará con la teoría de su preferencia. Los libros canónicos suelen entretejerse alrededor de personajes más complejos, con contradicciones, no constantemente buenos o inconmoviblemente malvados.

El temor a nuestro desarrollo armamentístico es una constante. Casi es el alma al fondo del libro. Un alma a flor de piel, como esa vegetación de paso con raíces superficiales. Se necesita escarbar pocas páginas para encontrarla. No solo la amenaza nuclear, sino la química, son las encargadas de intimidarnos. El armamento biológico, más precisado de explicación que el nuclear, queda retratado por Follet con la sencillez exacta de la desnudez, en todo su abanico: 

Corea del Norte posee dos mil quinientas toneladas de armas químicas: gas nervioso, sustancias vesicantes y eméticos; y armas biológicas: ántrax, cólera y viruela.

Una estantigua. Nos sienta Follet a cenar en la mesa del diablo. Un banquete en que se sirven amenazas de guerras apocalípticas, en las que no se disparan balas o bombas, sino horribles enfermedades. Terror superlativo aquel que podría verse reproducido en la realidad.

[/vc_column_text][/vc_column][vc_column width=»1/2″][vc_btn title=»Comprar libro» color=»danger» size=»lg» align=»center» button_block=»true» link=»url:https%3A%2F%2Fwww.casadellibro.com%2Flibro-nunca%2F9788401027055%2F12470544||target:%20_blank|»][vc_btn title=»Leer las primeras páginas» size=»lg» align=»center» button_block=»true» link=»url:https%3A%2F%2Fwww.tagusbooks.com%2Fleer%3Fisbn%3D9788401027963%26li%3D1%26idsource%3D3001||target:%20_blank|»][vc_single_image image=»10312″][vc_column_text]

Aparece también la cuestión populista. Una realidad especular en la que mirarse también la sociedad real. La Presidenta de EEUU reflexiona en un momento dado acerca de cómo es un error juzgarla poderosa, ya que se debe a la opinión pública. A lo largo de toda la novela se cita en varias ocasiones la preocupación del personaje y su gabinete por la reelección. Las decisiones a que se enfrentan suelen servirse sobre la bandeja de una dicotomía: hacer lo prudente o lo que será aplaudido. Popularidad o responsabilidad. En el bando republicano, pretende desbancarla el tópico político cowboy sureño, tan simplista en sus planteamientos como imprudente en sus declaraciones. Sobre él se construye una de las reflexiones más edificantes de la novela, cuando la presidenta explica a su hija adolescente cómo funciona la política:

Lo que pasa es que los problemas fáciles se solucionan enseguida y solo quedan los difíciles. Por eso nunca deberías creer a un político que ofrezca respuestas sencillas.

Donoso Cortés habló en su día de la tiranía. Teorizó que los tiranos del pasado no eran tan graves como los que habían de venir, porque su impacto era local. Los del futuro, podrían aplastar a todo el orbe. Profético. Basta leer la historia del siglo XX, inmediatamente posterior a su época. A casi doscientos años de su muerte, Ken Follet hace suya esa tesis y nos pone en la encrucijada de la reflexión: ¿qué personas tienen su dedo sobre el botón que dispara las armas nucleares, o las químicas, o las biológicas? ¿Podemos dormir tranquilos cuando hay regímenes abyectos que tienen armamento nuclear como únicos argumentos de diálogo?

Se aborda el problema de África, germen de la historia. El papel de la mujer, el terrorismo, el tráfico de personas humanas y el drama —elevado aquí a categoría de epopeya— del éxodo a Europa buscando una vida mejor sin otra garantía que la que pueda ofrecer una mafia ignominiosa y una barca de goma con la que hacerse a un mar que paga más con muertes que con promesas. Follet parece decirnos en este libro que si el mundo se tiene que romper, se romperá por África, allí donde las quiebras sociales son constantes y donde los poderosos no parecen tener escrúpulos para tomar lo que interesa y dejar lo que no.

Un libro sobresaliente, muy del estilo de Follet, capaz de escribir cuatro novelas dentro de una sola y crear en un momento dado conexiones creíbles entre todas hasta parir un novelón de una universalidad notable.

Por momentos recuerda a Guerra y Paz. Está todo el género humano: la envidia, la avaricia, el orgullo, la traición, la ira, la lujuria… pero también el amor, la amistad, la confianza, la familia, la pasión. La guerra y la paz, ese trasunto del verdadero telón de fondo: vivir o morir.

836 páginas con sabor a breve. Lectura fácil si así lo quieres, o profunda si lo prefieres.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]

Ir al contenido