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Nueva comunidad en Oujda, Marruecos

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Llegamos a Oujda, nuestro nuevo destino en Marruecos, el pasado 1 de noviembre, después de terminar de recoger la casa de Martil y acabar con algunas gestiones pendientes.

Las diez horas de trayecto en una camioneta, con todo lo que nos pudimos llevar, fueron toda una odisea, ya que no había manera de entendernos con el conductor que sólo hablaba dariya (árabe marroquí). Al llegar a Oujda la acogida fue increíble: jóvenes inmigrantes que viven en la parroquia vinieron a ayudarnos a bajar las cosas de la camioneta y seguidamente participamos en una íntima Eucaristía en acción de gracias por el viaje y presentándole al Señor nuestra nueva etapa como comunidad.

Ya han pasado varias semanas y… ¿qué deciros? Realmente está siendo un tiempo de gracia, de confirmación. La parroquia de Oujda es lugar de acogida para inmigrantes que pasan la frontera de Argelia: jóvenes y menores que están enfermos, heridos y/o cansados  y no pueden seguir la ruta, o que necesitan parar y reponer fuerzas tras el  duro trayecto sufrido hasta llegar aquí. Un lugar donde todos tienen cabida, donde se les ayuda a reponerse y a reflexionar sobre el siguiente paso a dar. Algunos con tuberculosis que necesitan cuidados y atención, otros su estado psíquico los ha dejado rotos, otros  siendo todavía niños y  están solos (sus madres fueron expulsadas a sus países de origen), otros heridos por redadas policiales. Ahora estamos acompañando a una mujer que al pasar la frontera de Argelia a Marruecos con nieve, perdió al hijo que esperaba; hoy le acaban de amputar los pies y  está pendiente de que hagan lo mismo con sus manos… un horror! No llegamos a ser conscientes de las muchas fronteras que hay que cruzar para llegar a Europa y a cual más peligrosa. ¡Cuánto dolor! Nuestro día a día es muy diverso. Siempre hay imprevistos y nuevas personas  que llegan y que necesitan alguna atención especial. ¡La vida manda!, y ahí estamos: acompañando, estando presentes, haciendo familia (como hermanas, madres, abuelas…), integrándonos en  el equipo del proyecto, formado por personas de diferentes países del África negra, y de los que estamos aprendiendo cada día.

En el día a día, estamos coordinando la formación de los  jóvenes y menores que están en la casa:  un grupo de 15 jóvenes que están recibiendo formación   (pastelería, electricidad, cocina, mecánica), y de  otros 20 que hay en la casa y que reciben apoyo escolar  mañana y tarde mientras se recuperan físicamente y deciden  qué hacer. A la formación  hemos incorporado  las clases de  castellano ya que es una demanda que nos han hecho. Diariamente acompañamos a los dos niños que hay en la casa al colegio y hacemos el seguimiento escolar. A la parroquia también acuden jóvenes cristianos universitarios;  estamos presentes en sus reuniones y actividades, una manera de acercarnos al mundo universitario subsahariano en un país musulmán.

Ayer invitamos a comer a  Antoine, es el cura francés que lleva la parroquia, un hombre comprometido e inquieto que no deja de buscar respuestas a  cada necesidad. Aprovechamos para tener un rato de compartir y charlar tranquilamente en nuestra casa. Nos animó una vez más a buscar un espacio para poder trabajar con las mujeres, que como siempre son las más vulnerables y frágiles. Y en eso estamos, viendo, escuchando, acercándonos a las mujeres para escuchar sus necesidades y poderles ofrecer algo…  realmente la situación de la mujer subsahariana en Marruecos es terrible y en Oujda somos más consientes de ello. En su mayoría son  mujeres que buscan protección, algunas víctimas de la trata.

Esto es lo que nos está llevando la vida, y mientras, acabando de instalarnos, poniendo acogedora nuestra casa, creando nuestro proyecto comunitario y esperando que algún día llegue la tercera de la comunidad! Insha’Allah.

En este tiempo de Adviento, las palabras “espera” y  “esperanza” resuenan de un modo  especial al lado de todos los que a nuestro lado  siguen esperando poder cumplir su sueño, y  junto a  los que en medio de la incertidumbre, las dificultades y el dolor  luchan por mantener la esperanza y el sentido de sus vidas. Que la Esperanza arraigue en nosotras  con fuerza y sepamos  acogerla y compartirla .

Un abrazo a cada una desde esta tierra de Dios y unidas en nuestra misión común.

Rosa Ros, rjm y Montse Prats,rscj

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