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El mejor albergue en el que cumpliría mi misión como hospitalero, Zabaldika

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En los años que llevo como hospitalero nunca me había acercado a Zabaldika, ya que a mi paso por este como peregrino, por desconocimiento lo ignoré y continué de largo.

Para esta primavera la responsable de asignar los lugares en los diversos albergues que apoya la Federación Española de Asociaciones de Amigos del Camino, me propuso el de Zabaldika, atendido por las Religiosas del Sagrado Corazón. En aquél momento no podía imaginar que, con el paso del tiempo, sería el mejor albergue en el que cumpliría con mi quincena como hospitalero. En la montaña, «lejos del mundanal ruido», ubicado en un pequeño caserío, los días transcurrieron sin apenas darme cuenta.

Desde que entré en contacto con Marisol Soler sentí la calidez y tono humano que encontraría a mi llegada. Al no contar con vehículo en España para desplazarme hasta ahí, me ofreció irían a buscarme a la estación de Pamplona en donde me esperaba Mariasun Escauriaza, una de las cinco religiosas que integran la comunidad.

Al llegar al sitio me recibieron con una espléndida comida y pasé a lo que sería «mi casa» por los siguientes quince días. Allí se vive «el Espíritu del Camino» que las religiosas saben transmitir. Además de su discreción para dejar actuar al hospitalero, su presencia da vida al lugar. Marisol, Mariasun, Tere, Pilar… cada una asume su papel con entrega y generosidad. Con la sonrisa a flor de labios, tienen muy claro lo que es la labor de la hospitalidad.

Pero, en mi opinión, el centro de la estancia del peregrino en el albergue es el momento de oración, que tiene lugar en la iglesia a continuación de la cena. Empezamos con algún canto, la lectura de un salmo y de un pasaje bíblico que se hace en varios idiomas, y la posibilidad de que cada peregrino, habiéndose presentado, pueda compartir sus experiencias y motivos que lo impulsaron a realizar el Camino. Los testimonios son edificantes: la chica que hace seis meses perdió a su madre después de una penosa enfermedad, y que tres meses después ve partir a su mejor amigo en plena juventud; quien perdió a su mujer y viene caminando para reencontrarse en este nuevo estado de vida; la chica marroquí que contraerá matrimonio al mes siguiente y tiene miedo por las costumbres, el «machismo» y control que se vive en su religión al compararla con el ambiente festivo que se respira en el mundo cristiano. El ministro cristiano que duda de su labor y camina en busca de la verdad; la pastora evangélica, el hombre coreano cuya mujer, enferma de cáncer, lo impulsa a que se acerque a Santiago, y un sin fin de etcéteras. Un momento único para dar gracias al Señor por tanto que nos da.

Aunque parezca rutinario, cada día en el albergue es diferente. Los peregrinos, cargados con su cansancio, sus necesidades, sus ilusiones… lo hacen diferente.

Lo vivido aquellos días es motivo de agradecimiento al Señor y a la oportunidad de colaborar en este albergue que nunca olvidaré. Albergue que, sin la constante presencia, y el esmerado cuidado de las religiosas del Sagrado Corazón de Jesús, no sería lo que es.

Luis Antonio Sánchez Ibarrola – México

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