Entrevista a Mariola López Villanueva

El próximo domingo 15 de mayo, el Papa Francisco presidirá la canonización de Charles de Focauld junto a otros seis beatos. Con motivo de este acontecimiento, Mariola López Villanueva, rscj fue invitada a dar una conferencia sobre Madeleine Delbrêl, que buscó un modo de vivir el evangelio en medio de la vida inspirándose en Charles de Focauld.

Fuente: Diócesis de Málaga

¿Cómo vive la canonización de Carlos de Foucauld y qué mensaje cree que nos trae?

Es una gran alegría para mí que la figura de Carlos sea expuesta desde el corazón de la Iglesia, entre esos hombres y mujeres de luz que han dejado acontecer mucho de Dios a través de sus vidas. Desde joven Carlos de Foucauld ejerce una gran fascinación en mí, su rostro siempre me acompaña en mi habitación, mirarle me lleva a Jesús, a ese anhelo de bondad y simplicidad que permanece adentro. Su vida abismada en Dios y perdida entre los más pequeños y alejados es un precioso testimonio de la necesidad de sentir cómo nos pertenecemos unos a otros y cuán de vinculados estamos. No podemos ser felices solos. Carlos nos muestra que el tierno cuidado de los más frágiles nos da acceso a lo más hondo del corazón de Dios.

¿Quién era Madeleine Delbrêl y qué relación guarda con él?

Madeleine Delbrêl era una mujer sencilla y extraordinaria a la vez, trabajadora social, poeta, y una mística de lo cotidiano. A ella le gustaba situarse entre la gente común y corriente, que vive penas corrientes, y alegrías corrientes… y en medio de la vida rutinaria de una gran ciudad encontrar a Dios habitándolo todo. Cuando Madeleine inicia un modo de vida nuevo con otras compañeras y quieren vivir sencillamente el Evangelio en un barrio obrero, pobre y necesitado, encontrará en Carlos una fuente de inspiración, una referencia en su manera cercana de situarse entre los otros y de irradiar la buena noticia con su sola presencia. Ella admira la búsqueda incesante de Carlos, y tiene un escrito hermoso sobre él: ¿Por qué amamos al padre de Foucauld? Le atrae fuertemente su vida escondida entre las poblaciones musulmanas, su manera de hacerse amigo de todo el que pasara… su modo de mezclarse con los otros en una profunda proximidad.  Entregado a otros para ser comido. Ella aprenderá a vivir ese desierto y esa proximidad sanadora en los suburbios obreros y marginales de París.

¿No es revolucionario hablar hoy de proximidad, cuando se alzan barreras tecnológicas que quieren suplantar el contacto con el otro?

Sí, lo es.  Nos hacemos expertos en nuevas tecnologías, pero vamos perdiendo las claves del interior del otro. Cruzamos fronteras digitales que nos abren al mundo, pero la que con más urgencia necesitamos transitar es esa frontera humana, nunca descubierta del todo, que es el corazón de cada persona. En la manera de saludar en lengua sudafricana se dice: “Sawubona” que significa “te veo”. Hoy tenemos la mirada colonizada por las pantallas y nos miramos sin vernos, eso nos quita presencia y calidez en las relaciones… Sentirnos vistos es sentirnos queridos, y cuando no sabemos vernos unos a otro, algo de lo humano está fallando. Me viene ahora el recuerdo del evangelio en que Jesús le dice a Simón el fariseo: “¿Ves a esta mujer?”. Pues se había escandalizado de que con la mala fama que ella tenía Jesús dejara que le derrochara su perfume y su cariño. Claro que Simón la estaba mirando, pero no era capaz de ver cuánta herida y cuánto sed de amor había en ella. Sin proximidad no podemos sanar la mirada.

¿Cómo ilumina este ejemplo, y el de Carlos, nuestra tarea como cristianos del siglo XXI?

Hoy llevamos muchas cosas entre manos y creo que cuando los demás se acercan a nosotros nos encuentran casi siempre ocupados (aun en cosas buenas). ¡Cuánto bien nos hacen aquellos rostros que nos regalan presencia, que muestran espacio gratuito en sus vidas para acoger la nuestra!  Así intuyo yo a Carlos y a Madeleine allí donde estaban: mirando los rostros, ofreciendo acogida y bondad… abriendo en ellos un espacio donde el otro podía sentir la presencia bendiciente del Dios de Jesús, en el que ellos habían puesto su corazón y su tesoro. Vidas atentas y cuidadosas, en medio del trajín cotidiano, que van despacio, en tiempos de muchas prisas, que miran dentro entre tanta superficialidad… Personas sencillas que con su manera de ser alivian las heridas del mundo.

Ana María Medina

Periodista de la diócesis de Málaga _AnaMedina_

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