Hay veces que elegir una película es como tirar una moneda al aire, a la espera que el azar nos traiga una fortuna que nos alegre el día. Con «Los que se quedan» pasa un poco eso. Aunque su director, Alexandre Payne, tiene algunas buenas películas previas, su recorrido ha sido un poco errático. Así que esta historia de un internado que se queda casi vacío en Navidad, y en el que solo permanecen un profesor cascarrabias, una cocinera haciendo el duelo por su hijo, y un alumno rebelde y caprichoso… podía haber resultado una película más de desmadre adolescente, sin más pretensiones que el puro entretenimiento basto. 

Pero no, «Los que se quedan» se convierte en una maravillosa experiencia de reconocimiento del propio dolor, de los miedos escondidos, de los duelos pendientes… y de las segundas oportunidades que la vida nos ofrece para sanar las heridas y retomar el camino con nuevo sentido y una sonrisa (o media sonrisa) en la cara. 

Con una realización magistral, las interpretaciones de sus principales actores (Paul Giamatti y Da’Vine Joy Randolph) ya se han visto premiadas en los recientes Globos de Oro y ambos optan a estatuilla en los Oscar, además de ser candidata también a Mejor película, Guión original y Montaje.

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