«Living« reseña de Eugenia Yasinska

Living reseña de Eugenia YasinskaSi lo que se busca son instantes de diversión pura, de dinamismo y de acción, y si lo que se quiere es subirse a una montaña rusa de emociones, recomendaría cambiar de sala de cine. En caso contrario, lo que se encontrará si se queda a ver «Living», es a un hombre triste y gris protagonizando escenas de atmósfera clásica, que termina riéndose sentado, nada más que en un sencillo columpio de un parque. El tiempo se detiene, se respira la lentitud y el sosiego de la cultura nipona (se trata de un remake de la película japonesa “Vivir”), la insensatez absorbente y reminiscente de “La muerte de Iván Illich” de Tolstoi, trasladados a la mecanizada Londres, todavía en ruinas tras la Segunda Guerra Mundial. Rebosa de rituales monótonos, comportamientos rígidos, protocolizados y repetitivos, una cierta incomunicación, formalismo y aburrida cotidianidad. No hay espacio para nada más. El funcionario Williams, viudo y mayor, responsable de una anónima escala burocrática, definido como uno zombie por sus compañeros, dedica su vida a evitar de comprometerse con su mismo trabajo. Se verá como pospone las peticiones del público que lo interpela, tragada en el mismo sistema sin salida. ¿Porqué entonces verla? Tras la noticia inesperada, definitiva y sin retorno, entra la metanoia, priva de sentimentalismo o efectos grandiosos. Aun en lo mas recóndito, se desvela la posibilidad de una epifanía, del despertar, diría yo, pascual. Al final, algo que todos buscamos: el sentido de nuestras pequeñas vidas. Lo descubre en los ojos de una compañera: tras realizar su deseo de comer una singular y rebuscada copa de helado, encuentra el propósito de sus últimos días, poder cumplir los sueños de los demás, hacerles felices. Se rompe la coraza frente al entusiasmo y la vitalidad de la joven. Antes de morir, revive. Y realiza acciones, “absurdas e irrepetibles”, para los ineptos: se empeña a romper las barreras administrativas para la construcción de un parque justo encima de las ruinas post-bélicas. Quizás, símbolo de sus mismas ruinas, que ya tienen más que eso. Deja huella, deja memoria, sin duda. La despedida es lucida, hablan mas las imágenes. Adelante, pues, para quien quiere saborear el contraste con la propia vida cotidiana, y quizás abrirse a la reflexión, al enigma de la identidad del “English men” que somos, y quizás, a lo mejor, preguntarse qué caparazón sin salida nos pesa tras la pandemia.

https://www.youtube.com/watch?v=6pcgCYlIPUA

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