«La vida, un bien comunitario»

Fuente: edición digital de Catalunya Cristiana

En situaciones excepcionales, como la provocada por el Covid-19, es importante atender básicamente tres ámbitos: el de la respuesta inmediata a las necesidades básicas de las personas y las sociedades (caridad); el de la reflexión y trabajo con una mirada a medio y largo plazo para permitir condiciones de sostenibilidad y desarrollo personal y grupal (esperanza); y el del propio sentido y equilibrio (fe).

Incertidumbre, sufrimiento, esperanza, lucha, solidaridad, reflexión, angustia, confinamiento, investigación, salud, comunidad, espiritualidad, fortaleza, vecinos, agradecimiento, muerte, contagio, coraje, generosidad, vida, ambiente, vulnerabilidad, sistema, ritmo, familia, casa, sanitarios, beso, abrazo, manos, amistad… son palabras que estos días hemos repetido con mucha mayor frecuencia, y quizá dotándolas de nuevos significados.

En tiempo de crisis (palabra que viene del griego krino, que significa separar) tenemos la oportunidad de repensar, valorar y atender las relaciones básicas que nos constituyen: relación con los demás, relación con Dios, relación con la Creación y relación con nosotros mismos.

Nunca habríamos imaginado vivir una realidad semejante, pero estamos en ella. Dejamos de tener muchas cosas y ocasiones que quizá ni tan siquiera valorábamos y dábamos por descontadas. Debemos resituarnos. El Covid-19 nos ha descolocado, nos ha hecho replantear los modelos asistenciales, nos ha puesto en situación de buscar nuevos referentes en los modelos de atención. La pandemia tiene muchas repercusiones en distintos ámbitos: sanitario, económico, social, espiritual, etc.

El individualismo, tan arraigado contemporáneamente en nuestras sociedades, ha tenido que rendirse a la evidencia de que la vida es un bien comunitario Clic para tuitear

El individualismo, tan arraigado contemporáneamente en nuestras sociedades, ha tenido que rendirse a la evidencia de que la vida es un bien comunitario, que no nos podemos repensar solos, que todos somos responsables de la vida de todos. La vida es un bien personal, pero también comunitario. Dios nos ha creado hermanos. Lo que yo vivo tiene incidencia en la vida de los demás. No es solo «mi vida», nos va la vida de todos en la vida de cada uno.

Esta realidad es hoy evidencia. No nos podemos desentender del hermano. No podemos vivir como desconocidos. No podemos dar la espalda al sufrimiento que la pandemia provoca en tantas personas. No podemos ignorar, por ejemplo, su impacto en la salud mental de la población. No solo compartimos la casa común, somos hijos del mismo Padre. Tendremos que estar atentos al cuidado de muchas personas que después tendrán estrés postraumático.

La gran pregunta ética que encontramos ya en el libro del Génesis, «¿Dónde está tu hermano?» (Gn 4,9), resuena hoy con más fuerza que nunca, invitándonos a volver a la realidad más profunda y esperanzadora de nuestra vida: somos hermanos, creados para cuidar unos de otros, para amar.

El Covid-19 «ha forzado» nuestra humanidad. Nos está obligando a sacar lo mejor de nosotros mismos, a nivel asistencial y de investigación, a nivel social y relacional. Es tiempo de trabajar por una sociedad más justa, mucho más conforme con el Reino de Dios. Es tiempo de esperanza porque sabemos que el mal no tiene la última palabra. Es tiempo de solidaridad, de oración, de consolar y de ayudar, de apoyar, de contemplar, de buscar y construir, de volver a lo mejor de nuestra humanidad, porque hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios.

MARGARITA BOFARULL
Delegada de Pastoral Fe y Cultura del arzobispado de Barcelona
Presidenta del Instituto Borja de Bioética
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