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«La Verdad es el desafío» por Álvaro Sánchez, Consultor de Comunicación

Los retos de la comunicación después del confinamiento

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Todo lo que era sólido, se desvanece en el aire. Esa simétrica frase de Berman, me pareció desde el principio, aquel 15 de marzo, la mejor forma de recordar el impacto del Coronavirus en nuestras vidas. Entrábamos en una distopía que parecía sumergirnos a todos en una novela de Stephen King.

También ese día se abrió un periodo de esperanza. La hay. Nace de la posibilidad de entender qué retos emergen a la superficie y afrontarlos de forma proactiva.

[/vc_column_text][/vc_column_inner][/vc_row_inner][vc_column_text]La pandemia dio relieve a la importancia de la comunicación. Solo abastecer la alacena se resolvió antes de comunicarnos con los familiares en la pirámide de Maslow de cada quien. Somos un animal gregario, como lo es el lobo. Necesitamos a la manada y la comunicación es la forma en que nos relacionamos con ella.

En ese contexto ya contábamos con una tecnología conectiva excelente. Si este fenómeno hubiera sucedido en 1980, el confinamiento habría sido mucho más duro para todos. Pero en 2020 la cuestión técnica estaba resuelta. El cambio se tenía que dar a nivel humano —en nosotros mismos— los llamados a usarla.

Entonces, ¿cuáles son esos nuevos desafíos a la comunicación? Empezando por las bases, el primero sería acompasar la sociedad al nivel de desarrollo tecnológico que ha alcanzado. ¿Tiene el ciudadano medio un nivel de competencias digitales acorde a las posibilidades tecnológicas? Dicho de otra forma ¿sabemos usar la tecnología disponible? Constatamos que existe una brecha generacional, donde los jóvenes mudaron sin dificultad sus hábitos analógicos a lo digital, pero donde muchas personas de edad avanzada, quedaban aisladas por no saber hacer una videollamada, recibirla o descargar una aplicación para ello. Es imperativo proporcionar a nuestros mayores un entorno tecnológico más simple, con menos curva de aprendizaje.

Pero no solo los ancianos encontraron dificultades. Los docentes pueden dar buena cuenta de ello. A los centros educativos les ha tocado construir el avión en pleno vuelo, lo cual no se hace sin turbulencias. Había que inventar de la noche a la mañana una escuela 4.0 cuando en muchas, no se iba ni por la 2.0. No todos los colegios están igual de dotados, ni todas las familias disponen de igual acceso TIC. Las competencias digitales varían mucho entre educadores, padres o alumnos. Cruzar este Rubicón, ha sido una experiencia de la que todos hemos aprendido.

El Coronavirus ha destacado el debate sobre conciliación. La tecnología, el teletrabajo y la familia.  Ha supuesto reciclar el presencialismo valiéndonos de las posibilidades de comunicación. Aprendimos a construir equipo en base al potencial del profesional, no a su ubicación en el mapa.

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Otra asignatura pendiente es la capilaridad de la tecnología ¿Llega a todos? ¿Hay personas al margen, excluidas de su acceso? En un mundo que se plantea —ahora aun más— desde un mayor protagonismo de las tecnologías de comunicación, el riesgo de crear un gueto analógico es creciente. Evitarlo es otra prueba crucial para nuestra época.

Hasta ahora hemos hablado de desafíos de orden “logístico”. Cómo va y cómo viene la información. Si estamos preparados o no para gestionarla o si todos estamos a bordo. Pero más importante que el continente, es el contenido. Nunca pasamos tantas horas viendo informativos, leyendo o escuchando noticias. El flujo de comunicación ha sido gigantesco —como muestra la tasa de consumo de datos de navegación—. Abrumados por la cantidad de información, descuidamos muchas veces la calidad. Publicar muchas horas de informativos, es más importante que llenarlas de noticias veraces. Necesitamos dar fiabilidad a la información.

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Lo que da calidad a la comunicación es la Verdad. El confinamiento ha subrayado el reto de la Curación de Contenidos porque la búsqueda de la Verdad subyace siempre bajo el consumo de noticias. Vivimos un tiempo en que la información circula en un enorme caudal. Imposible de asimilar. Querer hacerlo, nos asemeja a ese niño que jugaba a la orilla del mar queriendo meter el océano en su pequeño hoyo en la arena. Hay que encontrar la dosis asimilable. Hacer una curación de contenidos consiste en eliminar lo que no es veraz, lo sesgado por quien emite o por nosotros mismos al leer; en separar el grano de la paja ¿Para qué queremos tanta capacidad de comunicación si no podemos mirar la realidad desde todos los ángulos? La súper conectividad anula nuestro espíritu crítico porque ahoga nuestra capacidad de reflexionar sobre la información que nos llega, contándonos una nueva cada cinco minutos. Este riesgo es real y el propósito es proteger y ejercer nuestra capacidad de pausa y análisis en medio de la vorágine. La amenaza de las fake news, noticias tendenciosas o bulos es evidente. No abordarla, nos hace vivir a ciegas, en un mundo hostil donde no sabremos de qué fiarnos.

El confinamiento ha subrayado el reto de la Curación de Contenidos porque la búsqueda de la Verdad subyace siempre bajo el consumo de noticias Clic para tuitear

El desafío de la comunicación es ser resiliente. Aprender de lo vivido para salir reforzados. Necesitamos mejorar la tecnología para hacerla más accesible, sin personas que queden excluidas por edad, estrato ni competencias. Debemos apostar por la comunicación, como actividad identitaria y configuradora de una sociedad moderna y justa. Esa apuesta no pasa por comunicar más, sino por comunicar con Verdad.

Hay mucho por hacer, queda espacio para la esperanza. Comunicación empieza por común. Una comunicación que no une más —y que no une mejor— a las personas no hace su labor. El camino está trazado: nos toca recorrerlo juntos.

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