La pandemia como paradigma de un futuro que ya está aquí por Xavier Serret, Ámbito desarrollo de personas FESB

A principios del pasado marzo, lo tenía todo programado, podía prever como sería el transcurrir de mi vida en los próximos días, semanas e incluso meses.  En un abrir y cerrar de ojos, todo lo previsto desapareció de mi agenda y me vi en casa confinado, indefinidamente, pendiente de la evolución diaria de las cosas. Una evolución incierta, con mil informaciones diferentes acumulándose en las redes sociales, casi abocado a creerlas todas, sin tiempo para cribarlas.  Y entonces, me vi enganchado a mi ordenador, dependiendo de internet, durante muchas, muchísimas horas al día.  La realidad me obligó a reorganizar mi vida, la vida de los míos. Tuve que aprender rápidamente sobre la marcha. Otras cosas que ya sabía, dejaron de servir, necesitaba nuevos recursos…sensación de vulnerabilidad.

Personas cercanas y queridas se fueron sin podernos despedir de ellas. Tristeza, impotencia.

Otras muchas, desconocidas, se fueron también. Solidaridad.

Todo muy rápido. Asombro, difícil asimilar. La realidad iba más rápida que yo.

Sentí la necesidad de los demás…

Una situación generada en un punto concreto de una desconocida ciudad china a diez mil kilómetros de distancia, en poco tiempo cambió mi vida y la de todos.

La pandemia ha sido y está siendo una experiencia individual, colectiva y global.  Ahora, transcurrido un tiempo, tal vez podamos hacer una lectura de lo sucedido que nos oriente hacia el futuro, ayudándonos a dar respuestas a las necesidades educativas que emergen de las circunstancias vividas.  A ello nos puede ayudar considerar la pandemia como paradigma de un futuro que ya está aquí. Un futuro que se veía venir, pero que ha irrumpido con fuerza, poniendo en evidencia los retos educativos que debemos afrontar sin demora.

La pandemia ha evidenciado cinco aspectos que seguramente caracterizarán en gran medida este siglo XXI que ya transitamos:

  1. La velocidad de los cambios. Transformaciones radicales y rápidas a todos los niveles. Lo único que podemos asegurar que se mantendrá constante será la sucesión de cambios que vivirá nuestra sociedad.  Necesitaremos grandes dosis de adaptabilidad, flexibilidad y resiliencia.
  2. La inestabilidad. La realidad en general será mucho más inestable en lo económico, social, laboral… A lo largo de su vida, una persona tendrá que conducirse por caminos muy diversos y en circunstancias complejas, con poco tiempo para acomodarse a una situación, antes de que irrumpa una situación nueva.
  3. La incertidumbre. Los cambios y la inestabilidad, nos presentarán un mundo más incierto. La vida será menos previsible, en el fondo no lo ha sido nunca, pero se constatará que, en los caminos de la vida, también será difícil saber qué habrá más allá de la siguiente curva, más allá del presente más cercano.  El concepto de futuro se acortará. El presente será una posesión más valiosa.
  4. La irrupción total de las TIC. Un mundo más complejo en el que los macro datos invadirán nuestras vidas. La inteligencia artificial entrará definitivamente en la gestión de nuestra existencia, con todas las posibilidades y todos los riesgos que conlleva.
  5. La constatación definitiva de la globalización. Todo lo que sucede en cualquier parte del mundo, puede afectar a todo el planeta.  Ya nada nos puede ser ajeno. Nuestros caminos están entrelazados, dependemos los unos de los otros.  La velocidad del cambio climático refuerza esta constatación.

Inevitablemente la situación vivida durante estos meses, caracterizada en gran medida por estos mismos aspectos, nos ha planteado a los educadores/as, retos que hemos tenido que afrontar de manera inmediata, aportando soluciones que con gran esfuerzo y dedicación ha sacado lo mejor de todos.

Todo ello nos plantea retos de futuro en relación a nuestro quehacer educativo.  No olvidemos que estamos educando a niños/as y jóvenes que en los próximos quince, treinta años, serán los adultos que deberán gestionar ese futuro que se nos aproxima a tanta velocidad.

Alvin Toffler, sociólogo estadounidense, decía que “los analfabetos del siglo XXI serán aquellos que no puedan aprender, desaprender y reaprender”.  Esta frase, nos sirve de vector que apunta en la dirección del reto educativo que tenemos por delante.  Nuestra labor como educadores/as debe estar orientada a generar metodologías que faciliten este tipo de procesos, que preparen a nuestros futuros adultos para poder pilotar con éxito su nave vital por un océano tan cambiante, sin chocar contra las rocas de la inestabilidad y la incertidumbre o embarrancar en los lodos, que los tiene, de la inteligencia artificial.  Sin embargo, alguna experiencia hemos adquirido.  Desaprender y reaprender es lo que seguramente muchos educadores/as hemos tenido que hacer durante estos meses de confinamiento.

A la luz de esta frase, descubrimos algunos retos educativos que pueden proporcionar a nuestros niños/as y jóvenes las competencias que les permitan manejarse y crecer en un mundo tan cambiante e inestable:

  • La educación de la interioridad
  • Las habilidades de pensamiento
  • Las competencias en comunicación
  • El trabajo en red

La educación de la interioridad

Educar a personas con un amplio bagaje en su mundo interior, hondas, conocedoras de todas sus dimensiones, emocionalmente competentes, sensibles a la creación, con consciencia global, capacidad de agradecimiento… En los próximos decenios, será más importante que nunca, ser capaz de dar una respuesta auténtica, las veces que sea necesario, a la pregunta ¿Quién soy? y tener capacidad para buscar, encontrar y renovar el sentido y el papel que desempeña cada uno ante las circunstancias de la vida.  Todo ello será fundamental para poder mantener el equilibrio ante situaciones cambiantes con las que no estamos familiarizados, facilitando los procesos de cambio, de adaptación y de flexibilidad. Para que la tecnología no controle totalmente sus vidas, para poder vivir la incertidumbre y la inestabilidad teniendo certezas y estabilidad interna.

La educación de la interioridad es una potente herramienta para facilitar procesos de acompañamiento personal y grupal, que tan necesarios van a ser en estos momentos de regreso a las aulas. La situación actual nos brinda, en este sentido, una gran oportunidad. Se trata de aprender a SER.

La educación de la interioridad es una potente herramienta para facilitar procesos de acompañamiento personal y grupal. Xavier Serret, FESB Clic para tuitear

Las habilidades de pensamiento

Es cierto que durante los primeros años es necesario transmitir los conocimientos fundamentales sin los cuales no puede operar el pensamiento. Es también cierto, que la memoria puede y debe ser entrenada para que se desarrolle. Sin memoria, no hay identidad.  Además, un mundo tan globalizado, cambiante, diverso, complejo e inundado de información a veces duplicada, unas veces veraz y otras veces falsa y en el que vamos a tener que reaprender constantemente, nos obliga a desarrollar las competencias relacionadas con el pensamiento crítico y creativo, así como, el pensamiento analítico y alternativo.  Ser capaces de procesar y evaluar la información, fomentar la capacidad de análisis, privilegiar el debate y el contraste de ideas. Enseñar a definir, describir, comparar y contrastar, secuenciar, definir causas y efectos, clasificar, establecer analogías… trabajar la flexibilidad cognitiva planteando problemas diferentes que requieran respuestas diferentes.  Para llevarlo a cabo, disponemos de multitud de técnicas: mapas de pensamiento, mapas burbuja, de flujo, de árbol, los mapas puente…  Todo ello se puede hacer desde cualquier materia y disciplina. Mas que nunca es necesario reivindicar la presencia de la filosofía desde la etapa de infantil hasta el bachillerato.

Las competencias en comunicación

Complementan intensamente las dos anteriores, facilitando enormemente su desarrollo.  Implica fomentar en nuestros alumnos/as la capacidad para llevar a cabo una comunicación efectiva, eficiente, afectiva y formal, incluyendo la comunicación online. Estas competencias les capacitan para manejarse en una realidad dominada por las TIC y las redes sociales y facilita la emergencia de liderazgos imprescindibles en un mundo complejo, que evoluciona desde lo transaccional a lo relacional.  Introducir de manera habitual en nuestras programaciones, las habilidades de comunicación, los debates dirigidos, las puestas en común, las expresiones orales, los grupos de discusión, los estudios de casos, los paneles de debate… facilitarán el desarrollo de estas competencias.

El trabajo en red

Facilita entre otras muchas cosas, una actitud de flexibilidad, capacidad de adaptación, de automotivación, de implicación, así como los procesos de cohesión, de actitudes pro sociales y la mejora de la autoestima.  También puede fomentar la capacidad para evaluar y autoevaluarse, así como los procesos de meta cognición. Todas ellas, capacidades fundamentales para hacer posible la cooperación entre personas en un mundo multidisciplinar y globalizado.  Para educar a nuestros niños/as y jóvenes en el trabajo cooperativo y colaborativo disponemos de las metodologías activas y multitud de técnicas: los grupos de base, equipos de expertos, la lectura cooperativa, los exámenes cooperativos, la colaboración online…  Necesitamos adultos proactivos, creativos y comprometidos a construir en colaboración con el otro.

Vivimos momentos de vulnerabilidad. Todos, educadores/as y alumnos/as regresamos a las aulas cargados con las vivencias de todos estos meses de confinamiento y con muchas incertidumbres por despejar.  La fragilidad es un tesoro que solo descubre aquel que se atreve a entrar en él.  Vale la pena que estemos atentos a todas las fragilidades, entremos en ellas y las acojamos, sean de quien sean.

Llevar a buen puerto todos estos retos implica que los hagamos realidad en nosotros/as: que cultivemos una intensa vida interior, adaptables, abiertos al cambio, con un pensamiento flexible, creativo y crítico, bien formados y con una gran capacidad de trabajo en red.  ¡Sólo podemos enseñar aquello que vivimos!

Hoy más que nunca, se hace actual la frase de Sta. Magdalena Sofía, “los tiempos cambian y nosotros debemos cambiar con ellos”. Conscientes de estar todos en el mismo barco y viviendo y compartiendo nuestra misión educativa, hemos sabido y sabremos dar respuesta a todas aquellas circunstancias que van retando a nuestro ser educador/a del Sagrado Corazón.

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