La necesidad de ponerse al servicio de otros por Patricia Hevia, rscj

Durante este verano tuve la suerte de acompañar algunas “experiencias de verano” (“Servir Juntos Verano 2020)”, los tradicionales Campos de Trabajo-Magis que este año, a causa de la imitación de movilidad, organizamos a nivel local, tratando de responder a las necesidades de nuestras ciudades.

La sorpresa fue que un número grande jóvenes que se apuntaron no procedía ni de los mismos grupos Magis ni de otros grupos. El tiempo de confinamiento había suscitado en ellos la necesidad de ponerse al servicio de otros y de acercarse a la realidad herida y sufriente. Ellos mismos compartían las preguntas que durante ese tiempo habían ido surgiendo acerca del sentido de la vida, del sufrimiento, de los otros… Preguntas que tocan la entraña de la vida y que son claramente vocacionales porque mueven hacia la búsqueda de un sentido para la propia vida vivida en clave de servicio y solidaridad.

Creo en el potencial vocacional que trae este tiempo, pues, de un modo u otro nos ha hecho tocar nuestra vulnerabilidad. Y la vulnerabilidad, en palabras del filósofo Josep M. Esquirol, nos recuerda que “somos afectables, heribles y sensibles”, experiencias que conectan con las preguntas acerca del sentido de la propia vida, experiencias que, acompañadas y discernidas, pueden convertirse en experiencias vocacionales.

Y creo que ahí se nos presenta la invitación y la oportunidad: hacerse disponibles para escuchar y acompañar, permanecer visibles y con la puerta abierta para que aquellos jóvenes y adultos que lo deseen y lo necesiten puedan encontrarnos. Y para esto, tenemos que estar donde están ellos. Se nos invita a hacer propuestas concretas que permitan generar estos espacios de escucha y de disponibilidad.

Hacerse disponibles para escuchar y acompañar, permanecer visibles y con la puerta abierta para que aquellos jóvenes y adultos que lo deseen y lo necesiten puedan encontrarnos. La necesidad de ponerse al servicio de otros LATIDOS Clic para tuitear

Durante el confinamiento, todos y todas tuvimos que agudizar nuestra creatividad para buscar nuevos caminos de presencia y de encuentro. En lo que toca a la animación pastoral, conocemos bien la “explosión” de propuestas que surgieron durante esos meses: eucaristías, reuniones on-line, retiros, oraciones, formación, diálogos en torno a temas concretos… Las redes sociales nos ofrecían diariamente un menú capaz de llenar cada minuto de nuestro día a día y con capacidad de responder a distintas sensibilidades eclesiales. Casi inmediatamente se produjo un salto de lo presencial a lo virtual. Y me atrevo a decir que lo virtual fue alimento (y no mero objeto de consumo y de distracción) en la medida en que ya lo era en la vida cotidiana.

¿Y cómo ha afectado esto a un equipo de Promoción Vocacional? Creo que en determinadas a actividades y propuestas pastorales se ha podido dar este salto a lo “virtual” porque lo presencial estaba previamente asentado y consolidado, y porque ya había un recorrido tejido de confianza y de vinculación. Muchas de nosotras y nosotros hemos vivido la experiencia de trasladar al espacio de las videoconferencias, reuniones y encuentros pastorales que venían siendo presenciales.

La pandemia y el confinamiento truncaron algunos de los proyectos que como equipo teníamos. Y en la necesidad de repensar nuestra tarea de otro modo, sentí la fragilidad del tejido en el que se asienta nuestra tarea como agentes de promoción vocacional. Entiendo la promoción vocacional, como el envío a hacer visible y dar a conocer un modo de vida -el de religiosa del Sagrado Corazón- y de seguir a Jesús que creo que merece la pena, porque con sus luces y con sus sombras, me hace feliz, me ayuda a vivir desde el Evangelio para los otros, y ahí encuentro vida y plenitud. Y este anuncio, esta oferta, esta propuesta necesita insertarse en una pastoral de conjunto. La promoción vocacional es dar a conocer, y sobre todo acompañar para discernir. Pero para acompañar, y además hacerlo virtualmente, se necesita, como ya he dicho más arriba, haber creado un espacio de confianza y de cercanía.

Por otra parte, siento que la Promoción Vocacional no es sólo tarea de un equipo, sino de cada uno de nosotros y nosotras. Al equipo le corresponde animar, acompañar, hacer propuestas concretas, pero sin la implicación de cada comunidad, de cada rscj, de cada laico que se siente parte de la Familia del Sagrado Corazón, la tarea puede ser frustrante y estéril.

Es tiempo de crisis, y las crisis son oportunidades. Quizás esta crisis nos regale la posibilidad de repensar cómo queremos vivir la promoción vocacional en nuestra provincia, y qué vínculos deseamos fortalecer para poder llevar la propuesta de nuestro modo de vida (y también la de otros modos de vida) a los jóvenes y adultos con los que ya caminamos en los colegios, en los grupos de fe que acompañamos, en las parroquias donde estamos presentes.

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Hay otra realidad que creo que también debemos cuidar en la promoción vocacional: nuestra presencia en las redes sociales. Éstas son como la gran plaza donde los jóvenes se reúnen; y hacernos visibles y hacer llegar nuestras propuestas pasa por estar ahí también utilizando su lenguaje. Pero sin nuestra presencia concreta y real entre los jóvenes, nuestra presencia en las redes no dejará de ser como un producto que tratamos de vender, y eso no es promoción vocacional. Es verdad que puede ser una mediación, un reclamo, pero que debe ir precedida y seguida de cercanía real y concreta, de escucha y de acompañamiento.

Estos días de atrás, los jesuitas celebraron en Roma su Consejo General ampliado, y Arturo Sosa Acabó este encuentro tan importante de discernimiento hablando sobre las vocaciones a la vida religiosa. Si estáis interesados en el tema, os recomiendo leer su homilía[1]. Siempre será una buena oportunidad para “encender el fuego” de esa tarea común que es la promoción vocacional.

«Si le encontramos sentido a nuestra vida religiosa y a nuestra vocación a la Compañía de Jesús, si amamos esta vida que hemos elegido para seguir a Jesús, estaremos muy motivados a promover este precioso carisma que el Señor regaló a su Iglesia, a través de San Ignacio y los primeros compañeros, del que actualmente somos nosotros responsables.

Una cultura de la promoción vocacional que comienza por lograr que cada jesuita, cada comunidad y cada obra apostólica de la Compañía se sienta responsable de presentar con transparencia el carisma y la invitación a formar parte de este cuerpo. Acercarnos a la gente, especialmente a los jóvenes, abrir nuestras casas, mejorar nuestra hospitalidad, hacernos asequibles… son elementos básicos de una cultura de la promoción vocacional.» (Arturo Sosa sj – 11 de Septiembre de 2020)

[1] https://www.jesuits.global/es/2020/09/12/por-las-vocaciones-a-la-vida-religiosa/

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