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Comentario de la liturgia
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domingo 23 de enero
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por Josetxo Ordóñez
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(Josetxo dice de sí mismo)
En la Fundación Migra Studium me sirvo del derecho para acompañar y defender a personas migrantes. También confío en que la justicia se puede contagiar enseñando en la universidad
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Evangelio: San Lucas 1,1-4;4,14-21
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Ilustre Teófilo:
Puesto que muchos han emprendido la tarea de componer un relato de los hechos que se han cumplido entre nosotros, como nos los transmiteron los que fueron desde el principio testigos oculares y servidores de la palabra, también yo he resuelto escribírtelos por su orden, después de investigarlo todo diligentemente desde el principio, para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido.
En aquel tiempo, Jesús volvió a Galilea con la fuerza del Espíritu; y su fama se extendió por toda la comarca. Enseñaba en las sinagogas, y todos lo alababan.
Fue a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el rollo del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito:
«El Espíritu del Señor está sobre mí,
porque él me ha ungido.
Me ha enviado a evangelizar a los pobres,
a proclamar a los cautivos la libertad,
y a los ciegos, la vista;
a poner en libertad a los oprimidos;
a proclamar el año de gracia del Señor».
Y, enrollando el rollo y devolviéndolo al que lo ayudaba, se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos clavados en él.
Y él comenzó a decirles:
«Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír».
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El texto de Lucas es el punto de partida del ministerio de Jesús. El evangelista nos muestra que nada más empezar la vida pública de Jesús, la admiración que despierta inicialmente se vuelve rechazo, tan visceral, que llega al intento de muerte. Es que Jesús se da a conocer sin pelos en la lengua. Incluso con cierta agresividad dialéctica: «hoy se cumple lo que acabáis de oír».
En primer lugar, la buena noticia de Jesús es que para Dios todo es al revés del mundo: los de arriba deben servir, los de abajo son los predilectos; Dios no es patrimonio de los ricos y poderosos, ni siquiera es poder, sino liberación, alimento, luz. La buena noticia de Jesús es malísima para los que están instalados en la religión de los poderes, los cultos, los misterios.
En segundo lugar, el carpintero se arroga la función del escriba en la sinagoga donde todo el mundo le conoce como el simple «hijo de José». Jesús se da a conocer entre su gente y no lo reconocen. Él les propone que le sigan a Él, no a Moisés, que crean que él es el enviado del Padre, que sientan el espíritu de Dios en él. Pero esto es demasiado pedir para sus paisanos, demasiado pedir para los jefes de Israel.
Reconocer a Dios es difícil cuando entre Él y nosotros se interponen nuestras convenciones sociales, culturales, nuestros prejuicios religiosos, nuestras conveniencias. La de Nazaret era gente normal. Pero no pudieron reconocer a Dios en su vecino carpintero. Quizá nosotros, la Iglesia, también tenemos delante a Jesús y no lo reconocemos y la buena noticia nos es escandalosa.
La sociedad humana entendida como Dios la entiende: este es nuestro desafío. Es decir, que todo lo que los seres humanos necesitan, lo tienen. Basta compartirlo, darlo, construirlo solidaria, hospitalariamente. En el final, confiar a Dios nuestra oración: «venga tu Reino», «hágase tu voluntad»…
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