Sobre Javier Marías a propósito de su muerte

Vaya por delante que escribo esta reseña por encargo, que no por compromiso. A la vuelta del café, Pilar de la Herrán, compañera de algunos años y gran lectora de todo lo que cae en sus manos, me pidió – como solo ella sabe hacerlo – que escribiera algo sobre Marías a propósito de su muerte. Pensé entonces y sigo creyendo ahora: ardua tarea me encomiendas; pero no pude ni quise negarme, así que aquí estamos. “No hace falta que tenga gran rigor literario, ni que sea un repaso de vida y obra, simplemente algo desde dentro, tus impresiones personales […], sobre todo que no te dé mucho trabajo” – dijo alegremente, como si así me estuviera facilitando las cosas. ¿Así que no puedo hacer un corta y pega enumerando sus obras? En el fondo le estoy agradecida de que así sea. Me dará la oportunidad de despedirme de él a mi manera. Para no contradecir a Pilar, seré breve en la necesaria presentación.

Javier Marías nació en Madrid en 1951 y aparte de muchas otras cosas, fue un fumador empedernido con fama de cascarrabias. Trabajó como profesor, traductor y editor, además de ser miembro de la RAE desde 2008. Como no podía ser de otra manera, ganó importantes premios literarios e incluso rechazó alguno y su obra fue traducida a innumerables idiomas.

Desde 2003, escribía cada domingo en El País Semanal; la editorial Alfaguara se ha preocupado de recoger y publicar sus artículos. Al principio, los leía con avidez, pero confieso, sin ánimo de ofender, que siempre le admiré más por su labor literaria que por sus controvertidas opiniones en lo que a política se refiere. ¿Qué le vamos a hacer?

Dicho esto, es ahora el momento de plantearme una sola pregunta sencilla de responder, al menos en apariencia: ¿Por qué me gusta tanto Javier Marías?

No miento si digo que no sé ni por dónde empezar.

No como él. Sus inicios de novela son brutales e impactantes, muy abruptos, algunos con la muerte como protagonista, no en vano uno de sus títulos es Así empieza lo malo. Era un maestro en los arranques y un genio en saber mantener la tensión hasta el final. Quizás por esa intensidad narrativa, al acabar cada una de sus novelas decía convencido que no habría una próxima. Menos mal que no cumplió su palabra y escribió 16. Solo mencionaré algunas, de manera algo pretenciosa y subjetiva. Pido disculpas por ello.

La primera novela que leí de Marías fue Corazón tan blanco. Quedé impresionada y no pude evitar compartir mi entusiasmo. Es, sin duda, el libro que más he recomendado y comentado con amigos y compañeros. Casi envidio a quien no lo haya leído porque todavía tiene la suerte de poder hacerlo por primera vez. Sin embargo, debo decir que no a todo el mundo le gustó. Y es que estaremos de acuerdo en que Marías tiene la facultad de no dejarte indiferente. “Yo con Marías no puedo” – dijo más de uno, rendido.

Ese no fue mi caso y, a la lectura de Corazón tan blanco, siguió la de Todas las almas, de corte autobiográfico, novela a veces inquietante y a ratos disparatada que se enmarca en los dos años que el autor pasó en Oxford. El amor se entrelaza de nuevo con la muerte y con la memoria. Y es que “Los amores pasados siempre ofenden a los amantes nuevos, por muy muertos que estén aquellos”.

Otro rasgo que personaliza al autor de Negra espalda del tiempo es un estilo narrativo inconfundible. Bastan un par de páginas para empezar a idolatrar o a detestar su gran dominio del lenguaje y es que su manera de escribir le ha granjeado tantos admiradores como detractores. Sus novelas están plagadas de largas subordinadas que requieren toda nuestra atención, de figuras retóricas que complican la sintaxis, de asociaciones casi imposibles y de un estilo digresivo que rompe todos los esquemas espaciotemporales.

Mi intención en las novelas es que las cosas tengan la duración que nunca tienen al suceder pero que siempre tienen después de haber sucedido. En la novela se puede conseguir eso.

El acierto es la gran naturalidad con la que sucede todo: Marías te saca de la trama y te vuelve a adentrar a su merced; y si consigues entrar en el juego, no podrás prescindir de él.

Otra novela que me fascinó fue Mañana en la batalla piensa en mí. Arranque maravilloso:

Nadie piensa nunca que pueda encontrarse con una muerte entre los brazos y que ya no verá más su rostro cuyo nombre no recuerda.

Imposible dejar de leer. Sin ánimo de hacer spoiler, se plantea una situación grotesca y dramática pero muy verosímil: algo que nos podría pasar a cualquiera. Y ese es otro de los méritos de Marías: hacer creíble lo increíble, que el lector, entre sorprendido y perplejo, se identifique con el protagonista, empatice con él.

Algo que también hacía como pocos es plantear el fatalismo. Me explico: sus novelas son dramáticas; pero no tanto por lo que sucede como porque no hay escapatoria posible. Juega magistralmente con el recuerdo y la certeza. Lo que escuchamos sin querer porque “los oídos no tienen párpados, y lo que les llega ya no se olvida”.  Los protagonistas de Marías, como tú y como yo, desearían no saberlo todo. Ahí está la condena. Y es que son tan complejos como el más común de los humanos. Personajes a quienes les gusta espiar tras las cortinas para ver lo que nunca debieron ver, intérpretes o traductores que se convierten en “personas que han renunciado a sus propias voces”, seres con un pasado que les atormenta, traicioneros, mentirosos; pero también frágiles, sensibles y soñadores, como María Dolz, la protagonista de Los enamoramientos. Esta novela, donde Marías apuesta por una voz narrativa femenina, recibió el Premio Nacional de Narrativa de España: galardón que el autor rechazó por tratarse de un premio institucional. Desde mi punto de vista, es un libro redondo; lleno de reflexiones interesantes y sobrecogedoras acerca del amor y de la muerte.

Cuando alguien muere, pensamos que ya se ha hecho tarde para cualquier cosa.

No estoy del todo de acuerdo: nunca es tarde para leer a Javier Marías. Adelante. No hay tiempo que perder

Ana B. Rubio, profesora de lengua y literatura castellana de Secundaria del Sagrat Cor del Besòs.

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