Hábitos para integrar y sanar la vida

por Alejandra de la Riva

LATIDOS JUNIO 2021

Cuando nos planteamos “abrir la mente”, generalmente hacemos referencia a dimensiones “no visibles”: a la diversidad religiosa-espiritual, psicológica y de identidad, al ámbito social-relacional, a las líneas de pensamiento, a repensar la política, los modelos educativos… pero casi nunca nos preguntamos si sería necesario abrir la mente a nuestra dimensión física o corporal, dimensión que no podemos eludir si queremos vivir integralmente, pues existe una relación directa entre cuerpo, mente y espíritu.

Hoy más que nunca se ve la necesidad de conocer un poco más sobre nuestro cuerpo y su funcionamiento, para reconocerlo como un “cuerpo vivenciado”, integrado. Luis López y Txemi Santamaría en su libro «Cuerpo y Espiritualidad», incluso afirman que “va siendo el momento de poder hablar de anatomía espiritual”.

“Va siendo el momento de poder hablar de anatomía espiritual” Txemi Santamaría Clic para tuitear

Damos por sentado todo lo que se nos ha dicho sobre el cuerpo, y esta actitud nos limita el buscar nuevas formas de cuidarlo. A pesar de que hay un gran interés por el cuidado de la salud, reflejado en el incremento de la práctica de actividad física y de la cantidad de propuestas dietéticas, etc., hay “eslóganes” que venimos repitiendo desde hace más de 50 años y que los aceptamos sin cuestionarlos. Nos sonarán frases como “porciones pequeñas varias veces al día”, “toma leche para evitar la osteoporosis”, “mejor productos light”, “edulcorante mejor que azúcar”, “no comas grasas”… pero lo cierto es que cada vez hay más gente enferma, a edades más tempranas y un incremento exponencial de las enfermedades prevenibles (sobrepeso, hipertensión arterial, diabetes, enfermedades neurodegenerativas, cáncer…) que hoy se encuentran dentro de las principales causas de mortalidad en el mundo. Muchas veces parece que la ciencia se limita a prescribir medicamentos y la sociedad vuelca sobre los pacientes la carga de que si no mejoran su salud es porque “no se cuidan”, “lo hacen mal” o “tienen poca fuerza de voluntad”. Esto provoca mucha frustración a los afectados.

Por esta razón, veo necesario y me da alegría poder compartir la buena noticia de que sí hay algo que podemos hacer. Para ponernos a ello se requiere aplicar esa primera “clave” que mencionábamos al principio: “abrir la mente” para poder derribar estructuras mentales, aprender y acoger lo nuevo sobre temas de salud y del cuidado de nuestro cuerpo.

En orden de importancia, la primera estructura a derribar es el deseo de sanarnos de manera rápida e inmediata. No hay fórmulas secretas que reviertan con rapidez lo que venimos haciendo durante muchos años. Lo primero a incorporar es el concepto de “hábito”, entendido como ese conjunto de comportamientos que, a base de repetirlos, terminan siendo realizados de forma automática y sin esfuerzo, y por ello se mantienen en el tiempo. Incluyamos hábitos en nuestra rutina que favorezcan la salud y nos ayuden a lograr un equilibrio en nuestras vidas.

hábitos para sanar la vida, Alejandra de la RivaLa segunda estructura a derribar es creer que las enfermedades físicas y mentales no están relacionadas con nuestra dimensión psico-afectiva. La mayoría de las enfermedades, salvando excepciones, tienen un fuerte componente psico-afectivo: el más frecuente es el estrés, pero también están los conflictos no resueltos, heridas del pasado no sanadas, problemas de relación que crean angustia, ansiedad, tensión, etc. El mecanismo que desencadenan estas situaciones en nuestro cuerpo es el mismo: elevan el cortisol de manera crónica y constante, esto inflama y agota el organismo y, finalmente, sobreviene la enfermedad. Necesitamos incluir en nuestros hábitos de vida tiempos para desacelerar la actividad mental y conectar con nosotras mismas: hacer silencio, orar, contacto con la naturaleza, mindfulness o cualquier práctica meditativa…

La tercera estructura a derribar es la forma en la que comemos. Aquí tendremos que quitarnos ciertos hábitos que creemos que son buenos y, sin embargo, nuestro estado de salud dice lo contrario. Este tema daría para una revista entera porque detrás de cada recomendación hay un fundamento fisiológico, que podemos resumir diciendo que estos hábitos de alimentación reducen las curvas de glucosa e insulina, desintoxican y bajan la inflamación intestinal y de nuestro organismo (presente en la mayoría de las enfermedades). Ofrezco algunas pinceladas que nos pueden ayudar: Realizar solo 3 comidas al día. Reducir el consumo de patata, pasta, arroz, pan, cereales. Evitar las harinas, los azúcares, las bebidas edulcoradas y las grasas trans (galletas, pastelería, helados, comida rápida, salsas industriales, snacks salados, etc.). Reducir el consumo de legumbres y lácteos. Eliminar el consumo de productos procesados, precocinados y de bebidas alcohólicas. Y para abastecer a nuestro organismo de nutrientes que le permitan llevar a cabo sus procesos metabólicos y de reparación celular, necesitamos incrementar el consumo de grasas saludables que se encuentran en los huevos, en el caldo de hueso, en el aceite de oliva, en los frutos secos naturales y en los quesos grasos curados. Mantener un consumo moderado de proteína animal. Incrementar el consumo de todo tipo de verduras frescas a diario. Tomar la fruta entera (no el zumo) y no más de dos piezas al día.

La cuarta estructura a derribar es la creencia de que el ejercicio físico solo sirve para perder peso. Hoy vivimos un estilo de vida sedentario que provoca pérdida de masa muscular y evita una adecuada oxigenación celular (lo que en medicina llamamos hipoxia), esto daña al pulmón de las células (las mitocondrias), y ambas se encuentran en la base de las enfermedades. Con el avance de las neurociencias sabemos que el movimiento favorece el desarrollo cerebral, la creación de nuevas conexiones nerviosas (neuromotricidad) y la capacidad que tiene el sistema nervioso de modificarse (neuroplasticidad) en cualquier momento de la vida. Por eso, hacer ejercicio y poner el cuerpo en movimiento (mejor si es al aire libre y por la mañana) es una necesidad vital.

Para construir algo nuevo es necesario derribar lo viejo. Jesús también nos hace esta invitación: “a vino nuevo, odres nuevos” Clic para tuitear

La quinta estructura a derribar es no cultivar el intelecto. “Liberar” la mente es tarea en todas las etapas de la vida: a través de la lectura, de cursos, de actividades que ayuden a aflorar nuestra creatividad, aprender cosas nuevas, tareas manuales, tocar instrumentos, pintar, aprender idiomas… mantienen activas las funciones cerebrales, ayudan a encauzar los dones y amplían nuestro horizonte.

Para construir algo nuevo es necesario derribar lo viejo. Jesús también nos hace esta invitación: “a vino nuevo, odres nuevos” (Mc 2,22). Ojalá que la incorporación de estos hábitos saludables nos ayude a sanar e integrar la propia vida, y desde nuestro ser entero podamos seguir manifestando ese Amor que nos habita para ser ofrecido a otros.

 

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