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Comentario de la liturgia

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domingo 30 de junio

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por Mariola López Villanueva RSCJ

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Evangelio: San Lucas 9, 51-62

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Cuando se iba cumpliendo el tiempo de ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. Y envió mensajeros por delante. De camino entraron en una aldea de Samaría para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron, porque se dirigía a Jerusalén. Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le preguntaron: <<Señor, ¿quieres que mandemos bajar fuego del cielo que acabe con ellos?>>. Él se volvió y les regañó. Y se marcharon a otra aldea. Mientras iban de camino, le dijo uno: <<Te seguiré adonde vayas>>. Jesús les respondió: <<Las zorras tienen madriguera y los pájaros nido, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza>>. A otro le dijo: <<Sígueme>>. Él respondió: <<Déjame primero ir a enterrar a mi padre>>. Le contestó: <<Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de Dios>>. Otro les dijo: <<Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de mi familia>>. Jesús le contestó: <<El que echa mano al arado y sigue mirando atrás no vale para el reino de Dios>>.

[/vc_column_text][vc_column_text]EVANGELIO DIARIO 2019 – Edit Mensajero – Librería Claret[/vc_column_text][/vc_column][vc_column width=»1/2″][vc_column_text]

La primera invitación del evangelio es la de aprender a elegir. A lo largo del camino Jesús toma decisiones. Nuestra vida diaria está hecha de pequeñas elecciones que nos van configurando. En ocasiones los que están a nuestro alrededor no comprenden los motivos por los que actuamos. Jesús se muestra libre para tomar un nuevo camino y no quedarse en el rechazo.

La segunda invitación es a un seguimiento sin segundas intenciones. En los primeros tiempos la radicalidad de Jesús nos atrajo, pero, avanzada la mitad de la vida, esta radicalidad nos desafía. ¿Es posible realmente seguirle así? Aguamos sus palabras, las interpretamos en códigos ajustables a la comodidad que ha ido tomando nuestro modo de seguirle, pero en el fondo del corazón nos entristecemos porque reconocemos la verdad y la bondad que hay detrás de sus palabras: nunca hemos sido más libres y más felices que cuando nos hemos fiado a fondo perdido de todo lo que él nos ha dicho.

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