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Comentario de la liturgia

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domingo 19 de enero

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por María José Domínguez

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Evangelio: San Juan 1, 29-34

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Al día siguiente vio a Jesús venir hacia él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Este es Aquel de quien yo dije: «Después de mí, viene uno que ha sido antepuesto a mí, porque Él existía antes que yo». Yo no le conocía, mas, para que fuera manifestado a Israel, vine yo bautizando con agua. Y Juan dio testimonio, diciendo: He visto al Espíritu que descendía del cielo como una paloma y posó sobre Él. Ahora bien, yo no le conocía; mas el que me envió a bautizar con agua me dijo: Aquel sobre quien vieres descender el Espíritu y posarse sobre Él, ese es el que bautiza con Espíritu Santo. Y yo lo he visto y doy testimonio de que este es el Hijo de Dios.

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El Espíritu nos invita hoy a contemplar un encuentro emocionante. Juan, siguiendo la llamada de Dios, predicaba y bautizaba en el Jordán invitando al cambio de vida y a la conversión. Jesús, se acerca a Juan y éste exclama: “Aquí está el Cordero de Dios…” (referencia al Siervo de Yahvé, del que Isaías habla en la 1ª lectura), el que nos libera y nos salva de nuestras esclavitudes y pecados.

¿Qué sentiría Juan al ver a Jesús que se acerca a Él? Le brota la esencia de su vocación de profeta: anunciar a todos quién es Jesús.  Aquellas personas que se acercaban al bautismo, necesitaban un sentido en sus vidas, reconciliarse y encontrar esa luz interior que guía. Juan les presenta a Jesús, les comunica su relación con Él y la misión que ha recibido.

Si hoy Jesús se acerca a mi vida, ¿cómo le acojo? ¿qué ocurre en mi interior?

Si viene a mi encuentro, ¿qué sale de mi corazón para darle a conocer? Somos las manos, la boca, la mirada y los pies de Dios. Somos cauce. ¡Agradezcamos este don de la iniciativa de Dios en nuestra historia…¡Él llega de muchos modos, a través de diversos signos y diferentes lenguajes…  ¡Compartamos la alegría del encuentro y celebrémoslo!

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