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Comentario de la liturgia

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domingo 12 de mayo

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por Mariola López Villanueva RSCJ

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Evangelio: San Juan 10, 27-30

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En aquel tiempo, dijo Jesús: <<Mis ovejas escuchan mi voz y yo las conozco y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos y nadie puede arrebatarlas de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos uno>>.

 [/vc_column_text][vc_column_text]EVANGELIO DIARIO 2019 – Edit Mensajero – Librería Claret[/vc_column_text][/vc_column][vc_column width=»1/2″][vc_column_text]

Con cuanto cariño expresa Jesús el sentimiento de pertenencia y comunión con los suyos.

La imagen que tantas veces habría llenado sus ojos en los caminos de Galilea, de pastores atentos y pacientes; los textos de los profetas escuchados en la sinagoga que hablaban de un pastor según el corazón de Dios que buscaría a las ovejas perdidas y sanaría a los frágiles… confluyen en ese instante en el que él mismo se ofrece como Cuidador definitivo y universal. Jesús utiliza tres verbos que se vuelven paradigmáticos; escuchar, conocer, seguir. En primer lugar, la atención a su suave voz entre los ruidos de la historia, esa escucha que nos familiariza con aquello que oímos, que nos asimila con aquel que se comunica. Este pastor es el único que nos conoce hasta el fondo, el que despierta la bondad escondida en nosotros, y al que aprendemos a seguir porque en ello nos va el alimento, el descanso, la protección, la compañía… ¿Nos creemos de verdad que somos uno con el Padre, con Jesús, y con todos los seres que alientan? ¿Cómo viviríamos desde ahí?

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