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Comentario de la liturgia

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domingo 12 de enero

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por Miyako Namikava

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Evangelio: San Mateo 3, 13-17

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Entonces vino Jesús desde Galilea al Jordán y se presentó a Juan para ser bautizado por él. Juan quiso impedirlo, diciendo: Yo soy quien debe ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí? Jesús le respondió: Deja ahora, porque así nos conviene cumplir toda justicia. Entonces le dejó. Bautizado que fue Jesús, al punto salió del agua; y he aquí que se abrieron los cielos, y vio al Espíritu de Dios bajando como una paloma y viniendo sobre Él; y se oyó una voz de los cielos que decía: «Este es mi Hijo muy amado, en quien tengo mis complacencias».

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Juan el Bautista es el hombre convencido de la alianza que Dios establece con su pueblo Israel. Él vive con coherencia aquello que ha interiorizado, y es esto lo que comunica y transmite.

El Espíritu simboliza la transición entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, pues el mismo Espíritu de Dios que aleteaba sobre las aguas de la primera creación baja sobre Jesús en el momento de su bautismo.

En la persona de Jesús, Hijo encarnado, queda inconfundiblemente afirmado que la humanidad es el lugar histórico del conocimiento del amor y de la magnanimidad de Dios que libera y salva. Dios abraza, en Jesús, a la humanidad, la creación y la historia; y según esta lectura nosotros somos conducidos a contemplar en Jesús el beneplácito del Padre.

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