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Comentario de la liturgia

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domingo 11 de agosto

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por Mariola López Villanueva RSCJ

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Evangelio: San Lucas 12, 32-48

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En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: <<No temas, pequeño rebaño; porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino. Vended vuestros bienes y dad limosna; haceos talegas que no se echen a perder, y un tesoro inagotable en el cielo, adonde no se acercan los ladrones ni roe la polilla. Porque donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón. Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas: vosotros estad como los que aguardan a que su señor vuelva de la boda para abrirle apenas venga y llame. Dichosos los criados a quienes el Señor, al llegar, los encuentra en vela: os aseguro que se ceñirá, les hará sentar a la mesa y les irá sirviendo. Y si llega entrada la noche o de madrugada, y los encuentra así, dichosos ellos.  Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, no le dejaría abrir un boquete. Lo mismo vosotros, estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre>>. Pedro le preguntó: <<Señor, ¿has dicho esa parábola por nosotros o por todos?>>. El Señor le respondió: puesto al frente de su servidumbre para que le reparta la ración a sus horas? Dichoso el criado a quien su amo, al llegar, lo encuentre portándose así. Os aseguro que lo pondrá al frente de todos sus bienes. Pero si el empleado piensa: «Mi amo tarda en llegar» y empieza a pegarles a los mozos y a las muchachas, a comer y beber y emborracharse, llegará el amo de ese criado el día y la hora que menos lo espera y lo despedirá, condenándolo a la pena de los que no son fieles. El criado que sabe lo que su amo quiere y no está dispuesto a ponerlo por obra recibirá muchos azotes; el que no lo sabe, pero hace algo digno de castigo, recibirá pocos. Al que mucho se le dio, mucho se le exigirá; al que mucho se le confió, más se le exigirá>>.

[/vc_column_text][vc_column_text]EVANGELIO DIARIO 2019 – Edit Mensajero – Librería Claret[/vc_column_text][/vc_column][vc_column width=»1/2″][vc_column_text]

El arte de esperar no está en alza. Lo queremos todo inmediatamente. Cuando nos hacen esperar en algún sitio es como si nos hicieran de menos.

Nuestra cultura, que aplaude la eficacia y el utilitarismo, ha abolido el valor de la espera paciente. La vigilancia, el permanecer en vela, tiene que ver con un movimiento de atención a aquello que se aguarda, con una tensión amorosa lo que se espera. El relato esconde una bienaventuranza para aquellos que están preparados cuando el Señor llega: hay dicha y felicidad en estar atentos y pendientes para acoger con solicitud a aquellos que se aproximan a nuestras vidas, hay bendición en esa hospitalidad del corazón que no se improvisa. Lo contrario es andar distraídos e impacientes, tomados por la seducción puntual del momento. Jesús nos invita a una acogida perseverante, a mantener en el tiempo la duración y la intensidad del compromiso contraído: una tarea, una palabra, una amistad o un amor. Sabemos lo que nos quieren los demás por el tiempo que son capaces de esperarnos. Un esperar que significa fidelidad y confianza serena.

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