Comentario de la liturgia
domingo 9 de julio
por Ana Menéndez
Profesora del colegio Sagrado Corazón de Pamplona
Evangelio: San Mateo 11, 25-30
En aquel tiempo, exclamó Jesús: «Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera.»

Acabamos de leer un evangelio que nos presenta algunas facetas de Jesús. Vamos a detenernos a contemplarlas.
Jesús reza al Padre: Contempla la realidad con agrado, se admira y nace en él el agradecimiento y la alabanza. La vida de Jesús y su espiritualidad también son una invitación a mirar la realidad, contemplarla, y en ella reconocer las huellas de Dios. Es un ir y venir entre la realidad del mundo y la de Dios, que Jesús no separa. Está presente al mundo desde Dios. Esa forma de Jesús de observar la realidad desde Dios le permite reconocer las paradojas del misterio: es la gente sencilla quien mejor entiende las cosas, aquellos que son capaces de ir a lo esencial, despojados de ropajes y grandes palabras. Ya escuchamos aquello de “bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios”. Quizá nos convenga preguntarnos: ¿qué es lo que ahora empaña mi mirada y no me permite ver a Dios en la realidad?
Jesús reconoce su vínculo con el Padre: en ese vínculo estamos incluidos todos nosotros. Él es el enviado, el encargado de mostrarnos al Padre, porque es quien lo conoce. Podemos también pedir a Jesús que nos lo revele, que, de su mano, vayamos comprendiendo la profundidad del amor que despliegan Padre e Hijo y nos sintamos parte en él.
Jesús nos invita a acercarnos a él: andamos tan cansados y agobiados, tan cargados de compromisos, tareas, responsabilidades,… que las palabras de Jesús suenan a bálsamo pero no nos liberan de toda responsabilidad. vivir implica desgaste. Ahora, ¿en qué nos desgastamos? Jesús dice que su carga es ligera. Nuestra carga, ¿da vida a nosotros o a otros? ¿Vivimos la carga con Él?
Mirar a Jesús nos llena de interrogantes que nos devuelven a nuestra forma de vivir, a mirar dónde está nuestro centro, en qué nos gastamos. Este evangelio es una invitación a tener en este verano tiempos para admirar, descansar y preguntarnos con profundidad por nuestra vida, y todo eso acompañados por la presencia de Jesús que nos enseña cómo acercarnos al Padre y cómo vivir desde un corazón abierto.
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