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Comentario de la liturgia

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domingo 8 de octubre

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por Miyako Namikava RSCJ

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Evangelio: San Mateo 21, 33-43

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Escuchad otra parábola: Un hacendado plantó una viña, la rodeó con una tapia, cavó un lagar y construyó una torre; después la arrendó a unos viñadores y se marchó. Cuando llegó la vendimia, mandó a sus criados para recoger de los viñadores el fruto que le correspondía. Pero los viñadores agarraron a los criados y a uno lo golpearon, a otro lo mataron, y al tercero lo apedrearon. 
  Después envió otros criados, más numerosos que los primeros, y los trataron de igual modo. 
  Finalmente les envió a su hijo, pensando que respetarían a su hijo. Pero los viñadores, al ver al hijo, comentaron: Es el heredero. Lo matamos y nos quedamos con la herencia. Agarrándolo, lo echaron fuera de la viña y lo mataron. 
  Cuando vuelva el dueño de la viña, ¿cómo tratará a aquellos viñadores? 
  Le respondieron: 
   —Acabará con aquellos malvados y arrendará la viña a otros viñadores que le entreguen su fruto a su debido tiempo. 
  Jesús les dijo: 
   —¿No habéis leído nunca en la Escritura: 
   La piedra 
   que desecharon los arquitectos 
   es ahora la piedra angular; 
   es el Señor quien lo ha hecho 
   y nos parece un milagro? 
  Por eso os digo que a vosotros os quitarán el reino de Dios y se lo darán a un pueblo que produzca sus frutos. 

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Esta parábola forma parte de una serie de parábolas escatológicas, siguiendo la entrada mesiánica de Jesús en Jerusalén, cuando expulsa del Templo a los vendedores y cura a los ciegos y cojos. Jesús apunta con todo ello hacia el mandamiento mayor de la Ley: Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Y amarás a tu prójimo como a ti mismo.

En estos versículos, el propietario de la viña envía por dos veces a sus siervos, para recibir los frutos. Pero en ambas ocasiones, los labradores a quienes había encargado trabajar la viña, golpean y matan a estos siervos del propietario. Finalmente, envía a su hijo, el heredero, al que también matan, deseando ellos quedarse con la herencia.

Vemos por un lado a los encargados de trabajar la viña pero que se niegan a entregar sus frutos; y  por otro lado está el « pueblo que rinde frutos » de justicia, de compasión y de defensa de los últimos. Ese es un pueblo, sin estar necesariamente vinculado a ninguna raza o cultura geográfica, que cree profundamente en la capacidad de la viña de producir a su tiempo esos frutos y sinceramente busca y trabaja según el corazón del Padre.

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