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Comentario de la liturgia

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domingo 8 de noviembre

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por Alejandra de la Riva

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Evangelio: San Mateo 25, 1-13

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En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: <<Se parecerá el reino de los Cielos a diez doncellas que tomaron sus lámparas y salieron a esperar al esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco eran sensatas. Las necias, al tomar las lámparas, se dejaron el aceite; en cambio, las sensatas se llevaron alcuzas de aceite con las lámparas. El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron. A medianoche se oyó una voz: ¡Que llega el esposo, salid a recibirlo! Entonces se despertaron todas aquellas doncellas y se pusieron a preparar sus lámparas. Y las necias dijeron a las sensatas: Dadnos un poco de vuestro aceite, que se nos apagan las lámparas. Pero las sensatas contestaron: Por si acaso no hay bastante para vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la tienda y os lo compréis. Mientras iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas, y se cerró la puerta. Más tarde llegaron también las otras doncellas, diciendo: Señor, señor, ábrenos. Pero él respondió: Os lo aseguro: no os conozco. Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora>>.

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“Como el novio tardaba, les entró el sueño y se durmieron”

Intentando vivir con la mirada en el horizonte, en la promesa del Reino de Dios, reino de paz, de justicia y de cuidar unos de otros, muchas veces se nos pierde la mirada y el corazón en un horizonte que vemos cada vez más lejano e imposible, provocándonos desánimo, cansancio y ganas de “tirar la toalla”, y preferimos quedarnos dormidos. Este tiempo de Pandemia nos va dejando esta sensación de alejamiento del Reino −que en el fondo deseamos seguir construyendo− las malas noticias crecen, las respuestas tardan en llegar y parece que el miedo y el desánimo nos van ganando la batalla.
Por eso hoy, la invitación de Jesús es a volver nuevamente la mirada y el corazón a Dios, y recordar que Él está deseando un encuentro de amor con cada uno de nosotros, que nos preparemos porque el Novio viene, y que ese encuentro necesita de cuidados pequeños y sencillos, de oración, de gestos de amor cotidiano, de volver a sentir el calor de su abrazo, para que vayamos abasteciendo nuestro aceite y su llama siga ardiendo en nuestros candiles que dan calor y luz al mundo.
Este hermoso otoño y los días con menos horas de luz, se nos ofrece como tiempo de buscar dentro lo que tenemos de necias, de necios, para dejarlo caer como las hojas de los árboles y que puedan dar paso a la nueva vida que ya está deseando venir.

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