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Comentario de la liturgia

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domingo 7 de agosto

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por Javi Usoz

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Me llamo Javi Usoz y soy profesor jubilado del colegio del Sagrado Corazón de Pamplona. Hace mucho, el Señor me llamó para que intentara poner un poco de color en tanto gris oscuro. Hoy día, me sigue llamando para lo mismo. No me deja descansar. Me dice que tenga ceñida la cintura y que permanezca en vela. 

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Evangelio: San Lucas 12, 32-48

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No temas, pequeño rebaño, que vuestro Padre ha decidido daros el reino. 

Vended vuestros bienes y dad limosna. Procuraos bolsas que no envejezcan, un tesoro inagotable en el cielo, donde los ladrones no llegan ni los roe la polilla. Pues donde está vuestro tesoro, allí también estará vuestro corazón. 
 
  Tened la cintura ceñida y encendidos los candiles. Sed como aquellos que aguardan a que el amo vuelva de una boda, para abrirle en cuanto llegue y llame. Dichosos los criados a quienes el amo, al llegar, los encuentre velando: os aseguro que se ceñirá, los hará sentarse a la mesa y les irá sirviendo. Y si llega a medianoche o de madrugada y los encuentra así, dichosos ellos. 

Sabéis que si el amo de casa supiera a qué hora iba a llegar el ladrón, no le dejaría abrir un boquete en su casa. Pues vosotros también estad preparados, pues cuando menos lo penséis, llegará este Hombre. 
 
  Pedro le preguntó: 
   —Señor, ¿dices esta parábola por nosotros o por todos? El Señor contestó: 
   —¿Quién es el criado fiel y prudente a quien el amo pondrá al frente de la servidumbre, para que les reparta las raciones de comida a su tiempo? Dichoso aquel criado a quien su amo, al llegar, lo encuentre actuando así. Os aseguro que le encomendará todas sus posesiones. 

Pero si aquel criado, pensando que su amo tarda en llegar, se pone a pegar a los siervos y siervas, a comer y beber y emborracharse, llegará el amo de aquel criado el día y la hora que menos lo espera y lo hará trizas, dándole el destino de los desleales. 

  Aquel criado que, conociendo la voluntad de su amo, no dispone y ejecuta lo que quiere el amo, recibirá muchos golpes; pero aquel que no conociéndola, cometa acciones dignas de castigo, recibirá pocos golpes. A quien mucho se le dio mucho se le pedirá; a quien mucho se le confió mucho más se le exigirá. 

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TESORO, SERVICIO Y ESPERA ACTIVA

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Cada año, el 6 de agosto celebramos la Transfiguración del Señor y conmemoramos (no podemos celebrar) la bomba de Hiroshima. El mismo día. Así es a veces nuestra vida. Podemos pasar de la gloria al horror, de la confianza plena al desmoronamiento cual castillo de naipes. En medio de estos toboganes y vértigos, hay un ancla. El evangelio de hoy nos habla de un tesoro. Un tesoro que nos ha sido dado. Nuestro corazón y nuestra mente confluyen en él. Y cuando no lo hacen, podemos pedirlo:        

“Dios, haz que mis pensamientos confluyan en ti” (Dietrich  Bonhoeffer). 

Porque tú eres mi tesoro. Porque en ti está la luz. Percibimos algo de esa luz en la Transfiguración. Pero entonces tú nos dices que bajemos de la montaña, que nos pongamos a servir y que estemos en vela. Nos enseñas el camino de la vida desde el servicio, mirando al hermano. Mirando a los crucificados de este mundo. “¿Dónde está tu hermano?” También en verano, tiempo de descanso y de reordenamiento interior, tengamos ceñida la cintura y encendidas las lámparas. Listos y listas para servir. Dichosos nosotros cuando el Señor, al llegar, nos encuentre en vela. Nos sentará a su mesa y nuestro gozo no tendrá fin. 

 

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