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Comentario de la liturgia

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domingo 5 de marzo

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por Pilar de la Herrán, rscj

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De profesión, sus artes, y el cultivo de la formulación de mi fe. En mi vida de educadora siempre he creído en la labor humanizadora del arte y el contagio de la fe en Jesús. Lo he respirado siempre 

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Evangelio: San Mateo 17, 1-9

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Seis días más tarde llamó Jesús a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y se los llevó aparte a una montaña elevada. Delante de ellos se transfiguró: su rostro resplandeció como el sol, sus vestidos se volvieron blancos como la luz. Se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él. Pedro tomó la palabra y dijo a Jesús: 
   —Señor, ¡qué bien se está aquí! Si te parece, armaré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías. 
  Todavía estaba hablando, cuando una nube luminosa les hizo sombra y de la nube salió una voz que decía: 
   —Éste es mi Hijo querido, 
   mi predilecto. Escuchadle. 
  Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces temblando de miedo. Jesús se acercó, los tocó y les dijo: 
   —¡Levantaos, no temáis! 
  Alzando la vista, no vieron más que a Jesús solo. 
  Mientras bajaban de la montaña, Jesús les ordenó: 
   —No contéis a nadie lo que habéis visto hasta que este Hombre resucite de la muerte. 

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La Transfiguración la coloca Mateo después de un momento de crisis (crisis de Cesarea: ¿Quiénes dicen los hombres que soy yo?). Es entonces cuando empiezan a aparecer los “anuncios de la pasión”, fase descendente en la vida de Jesús que abocará al fracaso. La Transfiguración es, en un sentido, el otro polo de las Tentaciones, pero aquí la voz del cielo no se dirige a Jesús sino a los testigos: “Este es mi Hijo. Escuchadlo”. 

Por el pasaje anterior de las Tentaciones, el mesianismo de Jesús se ha convertido en servicio. Ahora Jesús aparece como el Elegido de Dios; aquí se proclama su humanidad identificada con Dios. Es el Siervo que, siendo de condición divina, se ha hecho semejante a nosotros y nos asume. Los que vieron a Jesús debatirse con las Tentaciones, ahora ven “a Jesús solo” al alzar la mirada. 

Este pasaje evangélico nos marca la mirada y la escucha. Alzar la mirada por encima de todos los males, desastres, guerras, dolores…y por encima de nuestra pequeñez y nuestros miedos. La realidad definitiva es Jesús Siervo, el Elegido, nuestro Hermano mayor a quien nos invita Mateo a escuchar y a mirar transfigurado, resucitado. De condición divina, como dirá Filipenses. 

Allí donde dirijimos la mirada, ¿vemos a Jesús solo? ¿miramos viendo al Transfigurado? ¿al Resucitado? Y ¿qué escuchamos? Esta es la invitación a traspasar la espesura de lo cotidiano con la luz del Resucitado. 

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