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Comentario de la liturgia

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domingo 5 de junio

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por M. del Carmen de la Fuente

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Formo parte del equipo de la Fundación Migra Studium y del Servicio Jesuita a Migrantes, en Barcelona. 

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Evangelio: San Juan 20, 19-23

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Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos con las puertas bien cerradas, por miedo a los judíos. Llegó Jesús, se colocó en medio y les dice: 
   —Paz con vosotros. 
  Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron al ver al Señor. 
  Jesús repitió: 
   —Paz con vosotros. Como el Padre me envió, así yo os envío a vosotros. 
  Dicho esto, sopló sobre ellos y añadió: 
   —Recibid el Espíritu Santo. A quienes les perdonéis los pecados les quedan perdonados; a quienes se los mantengáis les quedan mantenidos. 

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… y Jesús se hace presente entre las personas que habían compartido vida y camino con él.  

Jesús abre las puertas que el miedo había cerrado. Se sitúa en medio del grupo y ofrece su paz, porque justamente era eso lo que necesitaban en ese momento, paz. Así, como en tantas otras ocasiones, Jesús es capaz de detectar la necesidad de quien tiene delante y actuar en consecuencia. De la misma forma, las personas que allí estaban, sus amigas, reaccionan como en alguna otra ocasión habían hecho, dudan, necesitan “certificar” que es Jesús quien se presenta ante ellas y solo cuando lo hacen, son capaces de alegrarse. Jesús muestra quién es no mediante la palabra, sino, mediante el gesto, mostrando sus heridas, las que había sufrido a causa de ser como era, decir lo que decía y hacer como hacía.    

Es posible que esta escena podamos trasladarla a nuestra propia vida: ¿Quizá preguntándonos por las puertas que cierro a causa del miedo o para no entrar en conflicto el poder, aunque actúe injustamente? ¿Quizá al descubrir que Jesús es capaz de hacerse presente también ahí, en mi miedo y en mis dudas, para traer su paz y provocar alegría? ¿Quizá al sentirme conmovida por las heridas y el sufrimiento de las víctimas? 

…y Jesús les ofrece el Espíritu y la misión 

Pero Jesús no solo trae con él la alegría, que también. Jesús entra para que los demás salgan (con esa alegría). Con él llega el envío, la fuerza del Espíritu y una misión que es para todos y todas. Jesús mueve, invita a salir afuera, hacia  los demás y especialmente, hacia los lugares donde hace falta más vida, donde es necesaria la reconciliación y el perdón. Y lo hace remitiendo a Dios, es decir, no para hacer según nuestra voluntad, sino para actuar desde su Espíritu y con su fuerza, presente en cada una de nosotras.  

También esta escena nos resuena hoy ¿A dónde y a quién me siento enviada? ¿Hacia dónde me mueve y me desplaza el encuentro con Jesús? ¿Cómo se hace presente la fuerza del Espíritu en mí y cómo se concreta en mi vida? 

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