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Comentario de la liturgia
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domingo 5 de julio
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por Tere Iribarren
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Evangelio: San Mateo 11, 25-30
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En aquel tiempo, en aquella ocasión, Jesús tomó la palabra y dijo: ¡Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a la gente sencilla! Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha encomendado mi Padre: y nadie conoce al Hijo, sino el Padre; nadie conoce al Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo los aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón y encontrareis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera.
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Este texto es una revelación no solo de la intimidad de Jesús con Dios sino sobre todo de quién es Jesús y de quién es Dios. Al leerlo y acogerlo, se nos acerca el misterio de la relación del Padre y del Hijo. Y bajando un escalón, escuchamos cómo Jesús bendice al Padre porque ha ocultado estas cosas a los sabios y entendidos, y las ha revelado a las gentes sencillas.
Jesús tomó en serio a Dios que opta por los humildes y desamparados de la sociedad, aquellos que se sienten frágiles e irrelevantes. Lo más decisivo es que a Dios lo encontramos en nuestra condición humana, va en nuestro caminar…
El llamamiento de Jesús se dirige a los que van por la vida agobiados y cansados.
En estos días de incertidumbre actualizamos esa llamada: Venid a mí todos los que estáis agobiados por…y por esta pandemia que nos fragiliza, que nos descoloca, que nos desorienta por la incertidumbre, por el miedo a lo que puede llegar a ser para los que tienen menos. Y el Dios de Jesús de nuevo se nos revela como liberador de cargas legalistas, de cansancios y debilidades.
En su presencia, ante ese Misterio acogedor, pidamos poder ayudar a que las cargas de los otros sean más llevaderas y los fardos más ligeros.
Es así como sentiremos ese descanso y esa paz que se nos regala.
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