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Comentario de la liturgia
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domingo 4 de septiembre
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por Alejandra de la Riva
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Hola, soy Alejandra, nacida en Bolivia, y radico en España desde hace 11 años. Soy médico del deporte de profesión, y apasionada por la espiritualidad del Corazón de Jesús. Ahora me encuentro haciendo el Noviciado (primera etapa de formación en vida religiosa) en Chicago, Estados Unidos; es una experiencia de mucha hondura tanto a nivel espiritual como personal. También es un tiempo donde hacemos experiencia de la internacionalidad-interculturalidad que es parte de nuestro carisma (ahora mismo somos 5 novicias de 4 países distintos) y recibimos formación que nos ayuda a cultivar nuestra vida interior y aprender a vivir de un modo más holístico e integrado.
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Evangelio: San Lucas 14, 25-33
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Le seguía una gran multitud. Él se volvió y les dijo:
—Si alguien acude a mí y no me ama más que a su padre y su madre, a su mujer y sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta su propia vida, no puede ser mi discípulo. Quien no carga con su cruz y me sigue no puede ser mi discípulo.
Si uno de vosotros pretende construir una torre, ¿no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? No suceda que, habiendo echado los cimientos y no pudiendo completarla, todos los que miren se pongan a burlarse de él diciendo: éste empezó a construir y no puede concluir.
Si un rey va a trabar batalla con otro, ¿no se sienta primero a deliberar si podrá resistir con diez mil al que viene a atacarlo con veinte mil?
Si no puede, cuando el otro todavía está lejos, le envía una delegación a pedir la paz.
Lo mismo cualquiera de vosotros: quien no renuncie a sus bienes no puede ser mi discípulo.
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Quizás experimentemos ante este pasaje cierta incomodidad y desconcierto y, sin embargo, contiene aprendizajes esenciales para nosotros.
“Quien no renuncie a sus bienes no puede ser mi discípulo” Estas palabras de Jesús me interrogan sobre mis prioridades en la vida: ¿Cuáles son? ¿Qué es eso que no puede quedar fuera de mis decisiones? ¿Qué es lo que necesito dejar caer o soltar para aprender a ser discípula? Jesús nos invita a desprendernos de nuestros egoísmos y autosuficiencias y poder elegir lo que da más vida a aquellos que menos la tienen.
“Si alguien acude a mí y no me ama más que a su padre y su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta su propia vida…” A primera vista, da la impresión de que Jesús nos pide amar un poco menos a la gente que más queremos, pero si profundizamos un poco ¿no nos está ofreciendo tener con él una relación igual (o más) profunda, sincera y desinteresada como la de una madre o un padre con su hija?… Solo podemos amar porque primero hemos sido amadas, pues nadie da de lo que no tiene. Y su Amor es multiplicador.
“Quien no carga con su cruz y me sigue no puede ser mi discípulo”. ¿Qué es esto de cargar con la propia cruz? ¿No es una profunda invitación a seguirle con nuestra vida entera, sin borrar ni olvidar lo que hay en ella: luz y sombra, gracia y herida, vida y muerte…? Todo está llamado a ser amado y reconciliado con él y en él.
Estas palabras fuertes y radicales de Jesús nos son llamada a vivir en el Amor de un modo más verdadero y auténtico, lo que nos irá transformando, poco a poco, en discípulas de su amor.
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