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Comentario de la liturgia

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domingo 30 de julio

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por Consuelo de Federico

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Soy Consuelo de Federico Bonera, coordinadora de pastoral del colegio Sagrado Corazón de Granada, y profesora de matemáticas y física. Agradezco a Dios que me bendice cada día, por todos sus dones, los más preciados son mis hijas trillizas: Teresa, Chelito y Carlota, y «mis niños mayores», que es como mis hijas llamaban a mis alumnos y alumnas. 

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Evangelio: San Mateo 13, 44-52

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El reinado de Dios se parece a un tesoro escondido en un campo: lo descubre un hombre, lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, vende todas sus posesiones para comprar aquel campo. 
 
  El reinado de Dios se parece a un mercader en busca de perlas finas: al descubrir una de gran valor, va, vende todas sus posesiones y la compra. 
 
  El reinado de Dios se parece a una red echada al mar, que atrapa peces de toda especie. Cuando se llena, los pescadores la sacan a la orilla, y sentándose, reúnen los buenos en cestas y los que no valen los tiran. Así sucederá al fin del mundo: vendrán los ángeles y separarán a los malos de los buenos y los echarán al horno de fuego. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. 
 
  ¿Lo habéis entendido todo? 
   Le responden que sí, y él les dijo: 
   —Pues bien, un letrado que se ha hecho discípulo del reinado de Dios se parece a un amo de casa que saca de su alacena cosas nuevas y viejas. 

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El misterio del Reino de Dios  

Todavía imaginamos la felicidad en la vida, como los judíos del tiempo de Jesús, que  esperaban el Reino de Dios, gloriosos y triunfales a los ojos de todos. Y hoy día, con contador de felicidad incluido, cuantos más “likes”, mejor. 

Para explicar cómo es el Reino de Dios y su venida ya “próxima” Jesús utilizaba las parábolas para hacer comprender cómo es realmente, y que su venida completa corresponde a Dios, y no podemos programarlo como hacemos con todo en nuestras vidas. 

 Jesús, maestro bueno, Rabboní, utiliza las parábolas con relatos de situaciones cotidianas, para atraer la atención del oyente e invitar a la reflexión y a la conversión. Y haciendo ver que el logro conlleva la confianza puesta en Dios que nos acompaña. 

Parábolas del tesoro y la perla 

En primer lugar, estas dos parábolas nos invitan a buscar en nuestro interior, en nuestros sueños e ideales, cuál es nuestro verdadero tesoro, y que configure un plan de existencia, actitud y dedicación. Hace unos años se hablaba de escoger bien, de tener clara la escala de valores. Pero hoy día, ¿cuántas veces nos encontramos a adolescentes, jóvenes y adultos que te dicen que no saben lo que quieren? Algunos ni siquiera escogen acciones erróneas o acertadas, no hay aprendizaje de vida, solo son tristemente conducidos a través de las RRSS y drogas, hacia pozos de los que difícilmente logran salir… 

Por eso tenemos que ser todo oídos a la enseñanza de la segunda parte: desprendernos de todo para poder tener el corazón y la mente libres para  amar y soñar todo aquello en lo que poner nuestra vida e ilusión. Tenemos que ayudar a crecer en la búsqueda de tiempos y espacios personales para poder discernir y escoger nuestro verdadero tesoro. ¡Cuánto importante hay por hacer en la Pastoral e Interioridad de nuestros colegios! 

Parábola de la red  

La Iglesia –“Venid conmigo, y os haré pescadores de hombres”-, las familias y las aulas son las redes que nos recogen a todos: buenos y malos.   

En una dinámica que realicé hace muchos años pedí a mis alumnas, entonces aún todas chicas, que se dibujaran en tonos blancos y negros, con lo bueno y malo de su persona, para ver cuánto había de cada. Las descripciones fueron unas como una cebra, otras blancas con lunares negros o al revés, y establecieron más o menos un 50% de cada. Excepto una alumna que se había coloreado por completo de negro. Dijo que menos su nombre, Blanca, todo en ella era negro. Después de un silencio, le dijimos muchas cosas buenas que veíamos en ella, porque nos sorprendió que solo ella se viera así. ¿Acaso no tenemos todos parte buena y mala, y es Dios quien tira de esa red a la que podemos agarrarnos en nuestros momentos bajos? 

Conclusión 

El que llega a comprender el misterio del Reino de Dios, pasa por una primera parte personal de proceso, de búsqueda y puesta en marcha del sueño del verdadero tesoro en su vida. 

 Y una segunda parte, de acogida hacia los demás tal como son, porque hoy somos por lo que hemos sido y vivido anteriormente. Aprendiendo a aunar lo mejor de lo nuevo y lo antiguo. 

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