[vc_row][vc_column][vc_column_text]

Comentario de la liturgia

[/vc_column_text][vc_column_text]

domingo 3 de abril

[/vc_column_text][vc_column_text]

por Lourdes Carrasco García

[/vc_column_text][vc_column_text]

Madre de familia apasionada por acercar el mensaje de Dios a nuestro mundo actual. Me dedico profesionalmente a la comunicación corporativa y la publicidad. Desde mi ciudad, Granada, vivo, disfruto y comparto el carisma RSCJ como Familia del Sagrado Corazón.

[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_separator][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column width=»1/2″][vc_column_text]

Evangelio: San Juan 8, 1-11

[/vc_column_text][vc_column_text]

Jesús se dirigió al monte de los Olivos. Por la mañana volvió al templo. Todo el mundo acudía a él y, sentado, los instruía. 
  Los letrados y fariseos le presentaron una mujer sorprendida en adulterio, la colocaron en el centro, y le dijeron: 
   —Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés ordena que dichas mujeres sean apedreadas; tú, ¿qué dices? –decían esto para ponerlo a prueba, y tener de qué acusarlo. 
   Jesús se agachó y con el dedo se puso a escribir en el suelo. Como insistían en sus preguntas, se incorporó y les dijo: 
   —Quien de vosotros esté sin pecado tire la primera piedra. 
  De nuevo se agachó y seguía escribiendo en el suelo. Los oyentes se fueron retirando uno a uno, empezando por los más ancianos hasta el último. Jesús quedó solo con la mujer, que permanecía allí de pie en el centro. 
  Jesús se incorporó y le dijo: 
   —Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te ha condenado? 
  Ella contestó: 
   —Nadie, señor. 
   Jesús le dijo: 
   —Tampoco yo te condeno. Ve y en adelante no peques más.

[/vc_column_text][vc_single_image image=»9553″][/vc_column][vc_column width=»1/2″][vc_column_text]

Un buen juego de rol

Siempre he pensado que Dios está en cada momento, en cada lugar, en los momentos importantes de nuestra vida, pero sobre todo, en todos aquellos instantes breves e intensos que deciden a diario quiénes somos y lo que hacemos. 

Al adentrarme en el evangelio de este domingo, volvía a descubrir lo imprevisible y original de un Dios que no pasa de moda. Capaz de estar en la vanguardia de todo aquello que vivimos “de estreno”. La narración de este pasaje, una visión contrapuesta de la ley, lo moralmente correcto y la misericordia de una nueva oportunidad, me ha hecho detenerme a pensar. ¿Quién soy yo en esta escena?

Y enseguida, lo he visto claro, este evangelio me invitaba a hacer mi propio juego de rol, eso que las nuevas generaciones denominan “rol playing”, porque parece que usando la voz inglesa lo hacemos aún más inédito, pero en definitiva, no es más que la misma invitación que Jesús hizo hace mucho tiempo a su pueblo.

Cada momento en nuestras vidas particulares y anónimas es una oferta para elegir, pero también lo son las vidas de otros, mucho más expuestas ante los focos, los medios y las cámaras que las nuestras, las que como invitados o no, nos tientan a tirar la primera piedra.

Los medios de comunicación de todo el mundo, han abierto su prime time, con el bofetón de Will Smith en la gala de los Óscar a Chris Rock. Y sin ser consciente, durante toda la semana estaba haciendo mi propio juego de rol. Un tablero muy parecido al que en su día protagonizaron la adúltera, los fariseos, el pueblo y por supuesto Jesús. 

Hoy, la condena pública de la violencia, es indispensable para ganar unos cuantos likes rápidos y fáciles, pero más allá de lo evidente, ¿cuántas piedras tenemos cada uno detrás, preparadas para arrojar en el momento más inesperado?    

En la inmensidad de la Red o en la intimidad de nuestro sofá, todos hemos comentado lo ocurrido en uno de los escenarios más reconocidos del mundo, los Óscar. Una jungla a menudo símbolo de la frivolidad y la permisividad donde todo vale. He de reconocer que me costó digerir si lo que acababa de ver era ficción o realidad, un evento donde todo está preparado al milímetro, lo imprevisible se coló en el guión.

En la gala podemos reconocer a los fariseos y letrados, responsables de la moralidad pública y de hacer cumplir las normas, encargados de encarnar en una persona, el castigo ejemplarizante ante la sociedad, para limpiar el nombre de la institución, sus miembros y su reputado galardón. 

El pueblo, espectadores presenciales y virtuales, en directo o diferido que han presenciado en la fila 0 lo ocurrido, disfrutando del morbo de la pelea, prestos a hacerse eco en los perfiles con tweets, memes… 

Un dúo en mitad de un cuadrilátero, que bien se podría disputar el papel de la adúltera, porque si algo me venía a la cabeza una y otra vez ante lo ocurrido, es que ambos necesitaban de la misericordia del perdón de Dios. 

La protagonista involuntaria de lo ocurrido, Jada Pinkett Smith, escribía poco después en sus redes sociales “Este es un momento para sanar, y estoy dispuesta a ello”.

Un capítulo que a todos sus protagonistas ha hecho daño y que necesita ser reparado. Una oportunidad para sanar corazones propios y ajenos. Como actores y espectadores de la vida, en ese juego de rol en el que unas veces nos toca ser víctima y otras verdugo ¿En cuántas ocasiones he optado por la burla rápida buscando el aplauso fácil de los demás? ¿En cuántos momentos he aprovechado la vulnerabilidad del otro? ¿Cuántas veces he disfrutado preparando o arrojando la primera piedra? ¿En cuántas ocasiones he buscado la implicación de los demás para la defensa propia? Tantas y tantas preguntas de ayer que hoy se siguen repitiendo. 

Jesús guarda silencio, un silencio elocuente, que nos da la oportunidad y el espacio para ser conscientes de que nuestro juicio y condena, agrandan el pecado y el dolor del mundo, un mundo que necesita de una segunda oportunidad.

Se fueron escabullendo… empezando por los más viejos. Que el valor del transcurso del tiempo nos infunda empatía, esa capacidad de andar con los zapatos del prójimo. Porque entre el bullicio y el ruido de la multitud, frente a frente, solo estáis Dios y tú. Un Dios único y misericordioso, que con el perdón y su amor, nos muestra cada día el rostro de Dios. Que sea este evangelio una invitación para todos a ahogar gritos, empujones y golpes, en segundas oportunidades llenas del Amor de Dios.

[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]

Ir al contenido