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Comentario de la liturgia
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domingo 29 de enero
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por Manu Andueza
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Natural de Pamplona, afincado desde haces años en Sant Feliu de Llobregat. Padre de familia, con dos grandes vocaciones: la educación y la teología. Miembro de Cristianisme i Justícia. Ha colaborado y colabora activamente con diferentes entidades sociales. Vive y expresa su fe en una pequeña comunidad laical desde hace más de 15 años.
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Evangelio: San Mateo 5, 1-12 a
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Al ver a la multitud, subió al monte. Se sentó y se le acercaron los discípulos. Tomó la palabra y los instruyó en estos términos:
Dichosos los pobres de corazón,
porque el reinado de Dios les pertenece.
Dichosos los afligidos,
porque serán consolados.
Dichosos los desposeídos,
porque heredarán la tierra.
Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia,
porque serán saciados.
Dichosos los misericordiosos,
porque serán tratados con misericordia.
Dichosos los limpios de corazón,
porque verán a Dios.
Dichosos los que trabajan por la paz,
porque se llamarán hijos de Dios.
Dichosos los perseguidos por causa del bien,
porque el reinado de Dios les pertenece.
Dichosos vosotros cuando os injurien, os persigan y os calumnien de todo por mi causa. Estad alegres y contentos pues vuestra paga en el cielo es abundante. De igual modo persiguieron a los profetas que os precedieron.
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Acercarnos a las bienaventuranzas es acercarnos a un texto que hemos oído muchas veces. Se trata como ya sabemos de un texto fundamental en el evangelio de Mateo. Sin embargo, no por oído es acogido y vivido. Hay elementos que conviene recordar continuamente, y revisar permanentemente para intentar ser fieles a este programa casi imposible propuesto por Jesús.
El primer aspecto que nos llama la atención es que este discurso parece destinado para los discípulos. De alguna manera, cabria pensar que no es un mensaje para todos, sino para lo seguidores de Jesús, para aquellos que ya han iniciado un camino con él. Un mensaje que podemos recoger para seguir, pero que no podemos universalizar ni obligar a otros a cumplir. Es un texto para los seguidores de Jesús, como un manual para iniciados.
Por lo tanto, podemos decir que es para nosotros. Me lo dice y me lo pide a mí, indicándome por dónde debo moverme. No se trata de una enseñanza abstracta ni general, sino que es un texto concreto y dirigido, para ti.
Mateo parece seguir una estructura que nos puede ayudar a entender mejor qué nos quiere decir. Las ocho primeras bienaventuranzas se sitúan dentro del Reino de Dios. Comienza y acaba con esta expresión. A su vez, están formadas por dos grupos de cuatro bienaventuranzas, marcadas por la palabra justicia, palabra fundamental en este texto.
La novena bienaventuranza parece tener un cierto carácter de resumen a la par que de transición a lo que vendrá después.
Volviendo al texto, llama la atención que las primeras bienaventuranzas parecen hacer referencia a una actitud pasiva, mientras que las siguientes hacen referencia a una actitud activa.
Las primeras nos hablan de un Dios que implanta su reino sin que el ser humano lo haya merecido. Insiste en aquellos que están padeciendo males en este mundo, y a ellos les ofrece la justicia. A ellos, que son centro y clave en el reino.
Las segundas, habla de una actitud de vida, de una opción que hará posible acercar ese reino en nuestro mundo y la llegada de la justicia.
Este texto no está hecho para ser escuchado, sino para que nos anime a vivir conforme al espíritu acogiendo a quienes claman justicia con una actitud activa de búsqueda real del reino de Dios.
A nosotros sus seguidores, nos invita a ser misericordiosos, a amar como Dios ama, desde lo más profundo de sus entrañas; nos invita a ser pacíficos, solicitando desde el perdón, la reconciliación y unas relaciones nuevas con nuestros hermanos y hermanas que generen otro mundo diferente; se nos invita a ser honestos y trabajar desde la verdad, sin miedo y sin engaño; se nos propone buscar siempre el bien, aunque esos nos lleve a encontrarnos ante dificultades, a conseguir que ese bien es para todos.
Es por lo tanto una invitación, una solicitud de vida para quienes quieren ser amigos y seguidores de Jesús, para buscar y promover la justicia de Dios -no la nuestra- en nuestro mundo. Es una llamada a vivir con pasión la existencia, poniendo en el centro a los más desvalidos para llegue su reino. Porque solo así -he ahí la promesa- seremos realmente dichosos.
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