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Comentario de la liturgia

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domingo 28 de agosto

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por Mariola López Villanueva RSCJ

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Soy Mariola López Villanueva y me gusta poner el segundo apellido para honrar a mi madre. Me hace feliz seguir a Jesús con otras mujeres en la Sociedad del Sagrado Corazón. Amo el mar, los libros que me abren a otras vidas, el cine, los paseos por la naturaleza y, sobre todo, los encuentros con la gente. Me siento bendecida con la capacidad de disfrutar de las pequeñas cosas de cada día. 

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Evangelio: San Lucas 14, 1. 7-14

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Un sábado que entró a comer en casa de un jefe de fariseos, ellos lo vigilaban 

Observando cómo escogían los puestos de honor, dijo a los invitados la siguiente parábola:
  —Cuando alguien te invite a una boda, no ocupes el primer puesto; no sea que haya otro invitado más importante que tú y el que os invitó a los dos vaya a decirte que le cedas el puesto al otro. Entonces, abochornado, tendrás que ocupar el último puesto.
  Cuando te inviten, ve y ocupa el último puesto. Así, cuando llegue el que te invitó, te dirá: Amigo, sube a un puesto superior. Y quedarás honrado en presencia de todos los invitados.
  Pues quien se ensalza será humillado, y quien se humilla será ensalzado.
  Al que lo había invitado le dijo:
   —Cuando ofrezcas una comida o una cena, no invites a tus amigos o hermanos o parientes o a los vecinos ricos; porque ellos a su vez te invitarán y quedarás pagado.
  Cuando des un banquete, invita a pobres, mancos, cojos y ciegos. Dichoso tú, porque ellos no pueden pagarte; pero te pagarán cuando resuciten los justos. 

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Ante las miradas desconfiadas de los que se creen con derechos sobre otros, Jesús cuenta una historia que es también para nosotros. Abiertamente nos cuesta expresarlo, pero ¿a quién no le agrada escoger los “mejores puestos” en una relación, en un proyecto, en un grupo… hasta en el seguimiento de Jesús? Creer que podemos llegar a “merecer” esos asientos primeros en aquellos espacios donde nos movemos. 

Jesús nos dice: “ponte detrás”, colócate en ese lugar donde todo lo sabes recibido, donde te vives agradecida por ser invitado al banquete y eso te basta. Solo el Amigo te puede señalar tu lugar y solo entre amigos podemos sentir nuestra fragilidad alentada. Jesús quiere abrirnos brechas de gratuidad y de humildad adentro y nos regala, también, una bienaventuranza secreta. Es fácil ofrecernos a aquellos que nos pueden corresponder, pero ¿cómo aprender a abrir la mesa de nuestra vida a personas vulnerables que no podrán invitarnos a su vez, ni pagarnos, ni aparentemente darnos nada a cambio…? 

San Agustín nos recuerda en su fiesta que la eucaristía son los brazos abiertos de Dios. ¡Qué dicha saber que hay sitio para todos -los primeros los más pequeños- en el inconmensurable banquete de la vida! 

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