Jn 15, 1-8
Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el viñador. Los sarmientos que en mí no dan fruto los arranca; los que dan fruto los poda, para que den aún más fruto.
Vosotros ya estáis limpios por la palabra que os he dicho.
Permaneced en mí y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí solo, si no permanece en la vid, tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.
Yo soy la vid, vosotros los sarmientos: quien permanece en mí y yo en él dará mucho fruto; pues sin mí no podéis hacer nada.
Si uno no permanece en mí, lo tirarán afuera como el sarmiento y se secará: los recogen, los echan al fuego y se queman.
Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pediréis lo que queráis y os sucederá. Mi Padre será glorificado si dais fruto abundante y sois mis discípulos.
Tomado de F. JALICS, sj: Ejercicios de contemplación. Ediciones Sígueme, 1994. (pp. 206-208)
«En el Evangelio Jesús describe su relación con los apóstoles por medio de la metáfora de la vid…El núcleo de la parábola alude a la necesidad de orientarse hacia Jesús.
¿Cuál es la función del sarmiento? Debe producir la uva, lo cual significa que toda su fuerza irá dirigida en esa dirección. Teme no dar suficientes frutos a su debido tiempo, se preocupa por su supervivencia. Ante ese temor se lanza hacia la producción de uvas, lo que implica una fuerte presión por rendir cada vez más (…) Compara sus uvas con la de otros sarmientos y se convence de que aquellas son más grandes, se lamenta de que, por falta de lluvias, no podrá obtener uvas más jugosas (…) Cuanto más teme por sus frutos, cuanto más ronda en torno a sus problemas, cuanto más se esfuerza en aumentar su jugo, tanto es menor la fuerza vital que penetra en las pequeñas uvas.
Jesús también afirma la necesidad de que las uvas crezcan, pero ve cómo los sarmientos se someten a presión, llenos de inquietudes, temores y problemas y se atormentan por avanzar en una dirección equivocada. El sentido de la parábola es: “Tenéis que dar un giro de ciento ochenta grados. En lugar de concentraros en las uvas, comunicaos con la vid. Así la fuerza de esta correrá a través de vosotras y podréis dar buenos frutos. Seréis liberadas de la presión de rendir cada vez más y de compararos con los demás…Todo lo que hacéis es comunicaros con vosotras mismas, vuestras penas y éxitos. ¡Volveos atrás, comunicaros con la vid. Manteneos unidas a ella con todos los sentidos y todas las fuerzas. Ella se ocupará de que deis buenos frutos. Estando tan absortas en lo propio, no os dais cuenta que se ha cortado la comunicación con la vid y ya no fluye la fuerza vital dentro de vosotras. Volveos hacia la fuente y todo os será dado. Recibiréis sol, lluvia, fuerza de vida y una abundante cosecha sin necesidad de dar nada a cambio. Os equivocáis cuando pensáis que las uvas crecen por la eficacia de vuestros propios esfuerzos. Es la fuerza de la vid la que actúa por medio de vosotras. Basta la estrecha unión con ella. Apartad los ojos de las uvas y dirigidlos hacia la vid”.
Nosotras somos los sarmientos…Nuestro único desvelo debería consistir en estar siempre junto a Él. En lugar de preocuparnos por nosotras, nuestro rendimiento, nuestra supervivencia, deberíamos orar: «Señor, me ocupo de ti, tú ocúpate de mis problemas. Me pongo totalmente en tus manos, que tu fuerza actúe dentro de mí». Así es como las mismas actividades pueden realizarse con o sin preocupaciones, siendo lo único decisivo examinar con quien establecemos contacto: si con nosotras mismas o con Dios.
A través de esta comunicación Dios puede actuar en nosotras. Él nos transforma si fijamos en Él nuestra atención».
Gracias Begotxu. Es cierto, El es el Unico que transforma
gracias Marisol
,imagino que sabes que el comentario es de JALICS,
y si ,sólo EL nos transforma!!
muxus