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Comentario de la liturgia

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domingo 27 de noviembre

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por Lucy Galván

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Evangelio: San Mateo 24, 37-44

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La llegada del Hijo del Hombre será como en tiempos de Noé: en [aquellos] días anteriores al diluvio la gente comía y bebía y se casaban, hasta que Noé se metió en el arca. Y ellos no se enteraron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos. 

Así será la llegada del Hijo del Hombre. Estarán dos hombres en un campo: a uno se lo llevarán, al otro lo dejarán; dos mujeres estarán moliendo: a una se la llevarán, a la otra la dejarán. 

Así pues, velad, porque no sabéis el día que llegará vuestro Señor. 

Y sabéis que, si el amo de casa supiera a qué hora de la noche va a llegar el ladrón, estaría velando para que su casa no fuese asaltada. Por tanto, estad preparados, porque este Hombre llegará cuando menos penséis. 

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I DOMINGO DE ADVIENTO CICLO C 

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Con alegría y esperanza emprende el pueblo de Dios el camino del Adviento alentado por la gozosa espera de la venida del Señor. 

El camino es penoso, ya lo experimentó el pueblo de Israel, y lo experimentamos todos hoy. Sin embargo es inquebrantable nuestra esperanza: El profeta nos anuncia que el Señor ya está firme y nos aguarda en su Monte santo; desde allí acogerá a todas las naciones que se acercarán a su cima.  

Gozosa esperanza, una esperanza anchurosa: muchos parecen haberse apartado de Dios en el camino, muchos sucumben por el peso de las inclemencias y lastrados por ambiciones, que carecen de valor, a pesar de su apariencia. Isaías nos anima a subir al monte del Señor: allí quedará descubierta la verdad plena y se establecerá la paz definitiva. Es el Señor quien nos instruye en sus sendas y nos muestra cuál es el camino de la verdad. Dejémonos llevar por ese flujo amoroso que confluye hacia Él. 

Vivimos en la noche, es verdad. La oscuridad parece imponérsenos, pero la Palabra de Dios nos anuncia que ya la noche está muy avanzada: aunque no nos lo parezca, queda poco y hay que disponerse. Dejemos atrás cuanto nos asimila a las tinieblas y revistámonos del que es la Luz, Nuestro Señor Jesucristo. Que su rostro y sus obras brillen en nuestra vida.  

La alegría ha de ser nuestro canto en el camino: la salvación está cerca, y nuestra luz brillará por encima de tinieblas engañosas. 

El Evangelio nos invita a despertar, a salir de la mediocridad y el adormecimiento de los que no tienen esperanza. Es necesario permanecer alerta. Que no nos adormezcan los cantos de sirena de las fiestas, ni las luces multicolores de la ciudad, ni regalos ni cenas navideñas. El Señor llega. El que es nuestro gozo, espera encontrarnos preparados.  

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