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Comentario de la liturgia

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domingo 26 de septiembre

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por Fernando Orcástegui

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Evangelio: San Marcos 9, 38-43.45-48

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En aquel tiempo, Juan dijo a Jesús: «Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre y se lo hemos prohibido, porque no es de nuestro grupo.»
Jesús replicó: «No se lo prohibáis, porque nadie que haga un milagro en mi nombre puede luego hablar mal de mí. Pues el que no está contra nosotros está a favor nuestro. Os aseguro que el que os dé a beber un vaso de agua porque sois del Mesías no quedará sin recompensa. Al que sea ocasión de pecado para uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le colgaran del cuello una piedra de molino y lo echaran al mar. Y si tu mano es ocasión de pecado para ti, córtatela. Más te vale entrar manco en la vida, que ir con las dos manos al fuego eterno que no se extingue. Y si tu pie es ocasión de pecado para ti, córtatelo. Más te vale entrar cojo en la vida, que ser arrojado con los dos pies al fuego eterno. Y si tu ojo es ocasión de pecado para ti, sácatelo. Más te vale entrar tuerto en el reino de Dios que ser arrojado con los dos ojos al fuego eterno, donde el gusano que roe no muere y el fuego no se extingue.»

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En uno de los “cuentos” de Tony de Mello en su libro “El canto del pájaro”, Jesús va por primera vez al fútbol con sus amigos. Coincide que juega un equipo católico contra uno protestante. Al ver que Jesús aplaude y anima igualmente a ambos contendientes, una persona del público le pregunta desconcertada cuál es su equipo; a lo que Jesús contesta: “no soy de ningún equipo, simplemente disfruto del juego”.  

 Tras el partido, sigue contando Tony de Mello, los amigos de Jesús establecen una comparación entre lo ocurrido en el partido y lo que pasa con las religiones: “las personas religiosas siempre parecen pensar que Dios está de su parte y en contra del otro bando” y Jesús apostilla: “En efecto, por eso es por lo que yo no apoyo a las religiones, sino a las personas”. 

 Me imagino al Juan del relato del evangelio de hoy con el mismo pasmo ante la respuesta del maestro que el de los forofos acompañantes de Jesús en el fútbol. En un mundo en el que todos marcan su territorio político, cultural o religioso, lo de Jesús no va de mi equipo, mi familia, mi tribu, mi partido, mi iglesia, mi religión… lo de Jesús va de personas necesitadas de dignidad, salud, pan o libertad.   

 Me recuerda a lo que he leído hace poco sobre Alberto Cairo, el fisioterapeuta italiano que lleva varias décadas dirigiendo hospitales de la Cruz Roja en Afganistán y que ha ayudado a dar una nueva vida a través de las prótesis a miles de mutilados por las minas, los bombardeos o las enfermedades. Cairo afirma con rotundidad y sin duda alguna: “aquí no hay muyahidines, ni talibanes, ni pastunes, uzbekos o azaras… en el momento en que entran en mi hospital, solo son personas”. 

 Por eso la comunidad de Jesús no puede encerrarse en una mirada autorreferencial, exclusivista y cerrada sobre sí misma, sino que debe salir (qué buena metáfora la de la Iglesia en salida del papa Francisco) a buscar a las personas que sufren en los márgenes y las fronteras de la vida. Y debe hacerlo con la buena compañía de tanta buena gente que, con otras “marcas”, identidades o credos (o con ninguno), echan fuera a los demonios del mal, el sufrimiento y la violencia.  

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