[vc_row][vc_column][vc_column_text]

Comentario de la liturgia

[/vc_column_text][vc_column_text]

domingo 26 de noviembre

[/vc_column_text][vc_column_text]

por Mª José Sánchez Prieto

[/vc_column_text][vc_column_text]

Mi nombre es José y soy seño de infantil del colegio Sagrado Corazón de Granada. Hablando de misiones, creo que mi misión son los niños, me encanta mi trabajo e intento mejorar cada día.

[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_separator][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column width=»1/2″][vc_column_text]

Evangelio: San Mateo 25, 31-46

[/vc_column_text][vc_column_text]

Cuando el Hijo del Hombre llegue con majestad, acompañado de todos sus ángeles, se sentará en su trono de gloria y ante él comparecerán todas las naciones. 

Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras. Colocará a las ovejas a su derecha y a las cabras a su izquierda. 

Entonces el rey dirá a los de la derecha: Venid, benditos de mi Padre, a heredar el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, era inmigrante y me acogisteis, estaba desnudo y me vestisteis, estaba enfermo y me visitasteis, estaba encarcelado y vinisteis a verme. 

Los justos le responderán: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te alimentamos, sediento y te dimos de beber, inmigrante y te recibimos, desnudo y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o encarcelado y fuimos a visitarte? 

El rey les contestará: Os aseguro que lo que hayáis hecho a uno solo de estos mis hermanos menores, a mí me lo hicisteis. 

Después dirá a los de su izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el Diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, era inmigrante y no me acogisteis, estaba desnudo y no me vestisteis, estaba enfermo y encarcelado y no me visitasteis. 

Ellos replicarán: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, inmigrante o desnudo, enfermo o encarcelado y no te socorrimos? 

Él responderá: Os aseguro que lo que no hicisteis a uno de estos más pequeños no me lo hicisteis a mí. Éstos irán al castigo perpetuo y los justos a la vida eterna. 

[/vc_column_text][vc_single_image image=»12405″][/vc_column][vc_column width=»1/2″][vc_column_text]

Este precioso relato o parábola, se concentra en un diálogo entre el “juez” que no es otro que Jesús resucitado y dos grupos de personas: los que han ayudado a los que los han necesitado y los que han vivido negando esa ayuda. De aquí se deduce que todos vamos a ser juzgados ante Dios por el mismo criterio. Lo que nos da valor nos es la condición social, el talento o el éxito. Lo importante es el amor solidario a los que necesitan ayuda. Por eso no podemos ni debemos ignorar a las personas con necesidad.  

 Magdalena Sofía, nuestra fundadora, nos dice: “debes ser alguien que con tu vida seas cauce del amor de Dios a todos, fomento de comunión, de paz, de fraternidad” 

Los humanos vivimos para satisfacer nuestras propias necesidades, y satisfacer las necesidades de los que dependen de nosotros, pero también tenemos la obligación de cuidar a los que nos necesitan. 

Vivimos en un mundo en el que miramos primero por nosotros sin contar con que hay personas que necesitan nuestra ayuda. 

El grupo de los que han ayudado, “las ovejas”, solo han pensado en aliviar el sufrimiento que hay en el mundo y por tanto son invitados por Jesús a entrar en el reino de Dios. 

Pero ¿por qué es tan importante ayudar a los necesitados y por qué es tan condenable no hacerlo? Jesús nos cuenta en este relato que cuando “cuidamos”, lo cuidamos a él y cuando “abandonamos”, lo abandonamos a él. Ahí está la respuesta. 

Si nos tomamos en serio las palabras de esta parábola, y somos capaces de cambiar la actitud, muchas más personas de las que creemos se podrán beneficiar de nuestra caridad. Por eso vamos a olvidarnos un poco de nosotros y vamos a pensar más en los demás, y así estaremos más cerca de Jesús. Él sale a nuestro encuentro y nos pide que aprendamos a mirar su rostro con compasión en el rostro de cada uno de los que sufren. Veremos a Jesús sonriente y comprenderemos por qué   hemos ayudado y que merece la pena. Si amamos a los demás estaremos amando a Dios; “Amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo” Al fin al cabo ese es el mensaje, la esencia y el resumen de la filosofía de Cristo: “Tratarás a los demás como quisieras que te tratasen a ti”.  

Este poderoso mensaje nos dice que no hay religión, política social o proclamación de derechos humanos si no es ayudando, defendiendo y aliviando el sufrimiento de los que nos necesitan. 

Todos estamos llamados a ayudar y de nosotros depende ser ovejas o cabras. ¿Qué quieres ser tú? 

[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]

Ir al contenido