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Comentario de la liturgia

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domingo 26 de junio

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por M. José Pindado

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Soy María José Pindado, catequista de comunión y de confirmación en el Colegio de Chamartín

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Evangelio: San Lucas 9, 51-62

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Cuando se cumplía el tiempo de que se lo llevaran al cielo, emprendió decidido el viaje hacia Jerusalén, y envió por delante unos mensajeros. 
   Ellos fueron y entraron en un pueblo de samaritanos para prepararle alojamiento. Pero éstos no lo recibieron porque se dirigía a Jerusalén. 
  Al ver esto, Juan y Santiago, sus discípulos, dijeron: 
   —Señor, ¿quieres que mandemos que caiga un rayo del cielo y acabe con ellos? 
  Él se volvió y los reprendió. 
  Y se fueron a otra aldea. 
 
  Mientras iban de camino, uno le dijo: 
   —Te seguiré adonde vayas. 
  Jesús le contestó: 
   —Las zorras tienen madrigueras, las aves del cielo nidos, pero este Hombre no tiene dónde recostar la cabeza. 
  A otro le dijo: 
   —Sígueme. 
   Le contestó: 
   —[Señor], déjame primero ir a enterrar a mi padre. 
  Le dijo: 
   —Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú ve a anunciar el reinado de Dios. 
  Otro le dijo: 
   —Te seguiré, Señor, pero primero déjame despedirme de mi familia. 
  Jesús [le] dijo: 
   —El que ha puesto la mano en el arado y mira atrás no es apto para el reinado de Dios. 

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El evangelio de hoy nos muestra a Jesús, decidido a cumplir su misión. Dejar Galilea, lo conocido, lo cómodo y subir a Jerusalén un camino desconocido. Le acompañan sus discípulos. 

Y junto a ellos hacemos este camino, en el que van a preparar un lugar a Jesús donde descansar. Pero pronto nos damos cuenta, que este no empieza bien por tierras de Samaría. Y que los discípulos tienen una reacción que puede ser también muy de nuestro tiempo cuando no captamos el modo y el estilo de Jesús. Llama la atención que los discípulos, que viven con él, no sean capaces de captar que el modo de Jesús es el de la misericordia, el de no juzgar ni condenar a los que no piensan como nosotros, a los que nos rechazan por no ser como ellos o no tienen nuestras mismas ideas.  

De nuevo en el camino, se acerca un espontáneo y vemos como entusiasmado se ofrece a seguir a Jesús. Se le cambia la cara porque la respuesta de Jesús es dura y difícil de entender. Su respuesta es una llamada a vivir en la intemperie, a no acomodarse, y desde ahí a encontrarse con Dios que es lo único que nos da seguridad. 

Seguimos caminando y Jesús invita a un segundo a seguirle. Es una invitación a permanecer con él.  Él le pone una disculpa, que es bastante entendible, la de enterrar a un padre. Pero Jesús le propone no quedarse anclado, dejar el pasado y mirar hacia adelante. Ya has cumplido con tu padre, dedícate a anunciar el Reino de Dios a los que ahora te necesitan. 

De nuevo en el camino aparece otro personaje con muy buena disposición. Quiere seguir a Jesús. Pero también pone una condición. Jesús le explica que no es buena actitud arar teniendo la mirada en lo que ocurre detrás. Puesto que las piedras en la tierra o la superficie irregular pueden hacer que el surco no salga recto. Seguir a Jesús es poner todas las capacidades al servicio, sin distracciones. Implica atención al presente a lo que estás viviendo, sin seguir pensando continuamente en lo que has dejado.  

 La incondicionalidad a la llamada de Jesús es lo importante del evangelio. La condición del seguimiento es no admitir condiciones.  

Aunque constantemente se nos crean conflictos entre el evangelio y las realidades que vivimos cada día. Seguir a Jesús, compartir su modo de vida y su misión, es el punto de referencia desde el cual tenemos que ordenar el resto de dimensiones de la vida: la familia, el trabajo, los proyectos, las obligaciones, los bienes…  

Lo esencial es que el proyecto de Jesús requiere de todas nuestras energías y capacidades y anunciarlo es una tarea a la que estamos llamados cada uno de nosotros con nuestro ejemplo y nuestro modo de vida. Y esto no lo podemos posponer.  

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