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Comentario de la liturgia

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domingo 26 de julio

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por Paqui Rodríguez

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Evangelio: San Mateo 13, 44-52

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El reinado de Dios se parece a un tesoro escondido en un campo: lo descubre un hombre, lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, vende todas sus posesiones para comprar aquel campo.

  El reinado de Dios se parece a un mercader en busca de perlas finas: al descubrir una de gran valor, va, vende todas sus posesiones y la compra.

  El reinado de Dios se parece a una red echada al mar, que atrapa peces de toda especie. Cuando se llena, los pescadores la sacan a la orilla, y sentándose, reúnen los buenos en cestas y los que no valen los tiran. Así sucederá al fin del mundo: vendrán los ángeles y separarán a los malos de los buenos y los echarán al horno de fuego. Allí será el llanto y el rechinar de dientes.

  ¿Lo habéis entendido todo?
   Le responden que sí, y él les dijo:
   —Pues bien, un letrado que se ha hecho discípulo del reinado de Dios se parece a un amo de casa que saca de su alacena cosas nuevas y viejas.

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Este domingo nos acompaña un evangelio lleno de imágenes… Y es que las imágenes son mucho más ricas que todo aquello que podemos muchas veces alcanzar con las palabras.

¿Entendéis todo esto, dice Jesús? Y ellos, muy osadamente, le dicen que sí… Hoy es un buen día, en medio de este momento vulnerable y sagrado que vive la Humanidad, para volver a dejarnos decir por estas imágenes del Reino, para volver a visualizar “la perla fina de gran valor” de nuestra vida, para echar una mirada a nuestra red de relaciones y ver si ahí cabemos todos, para bajar a nuestro centro y volver a abrir el tesoro que llevamos dentro, no sea que se nos haya quedado escondido y andemos apostando en otros campos…

En medio de nuestra vulnerabilidad, ojalá que reconocida, acogida, aceptada y entregada, nos resuene hoy la pregunta de Jesús: “¿Entendéis bien todo esto?”… Que en un momento en este domingo, nos adentremos al corazón y dejemos a Jesús preguntarnos qué tal andamos de luz, de alegría honda, de capacidad para soltar, de “hogar”, de ancla, de alas…

Y si se nos regala encontrarnos con Él en la verdad de nuestra vida, nos daremos cuenta de que hemos entendido  porque irradiaremos luz, porque se dejará ver  la enorme alegría honda, discreta pero profunda,  que nos hará capaces de soltar todo lo demás. Nos daremos cuenta de que hemos entendido porque nuestra vida se habrá convertido en “hogar” para todos, porque nos estaremos moviendo entre alas y anclas, porque de la mano de Jesús nos iremos poco a poco, casi sin darnos cuenta, anclando en el amor y liberando nuestro corazón, nuestra mente y nuestra voluntad para otros.

Que celebremos hoy la alegría del Encuentro y de los encuentros, que no nos cansemos de entrar dentro de nosotros mismos a buscar el tesoro,  la Vida de Dios que nos habita y que la dejemos ser en nosotros.

Y entonces sí, con inmensa alegría en nuestra pobreza, le podamos decir: “vuélvenos a ti, Señor, cada día, porque parece que hemos entendido que solo desde Ti vale la pena soltarlo TODO”.

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