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Comentario de la liturgia
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domingo 25 de abril
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por Ana Luengo
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Evangelio: San Juan 10, 11-18
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En aquel tiempo dijo Jesús: «Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da la vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo hace estragos y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas. Yo soy el buen Pastor, que conozco a las mías y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas. Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a ésas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño, un solo Pastor. Por esto me ama el Padre, porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla: este mandato he recibido de mi Padre.»
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Estaba leyendo las lecturas de hoy con agobio, enfado y frustración traídos del día a día, de los roces en las relaciones, de darme cuenta de dónde estoy y no donde creía que estaba. Estado de ánimo nada propicio para la escucha y la oración.
Así que he buscado ayuda y he encontrado en el blog de José Luis Sicre sj (qué gran profesor, por cierto) su comentario a estas lecturas. Me ha resonado su sencilla conclusión: agradecimiento.
Me he centrado en El Buen Pastor y mi vacío se ha llenado de humilde y silencioso agradecimiento. Todas las veces que ando perdida y Él me encuentra y me invita a volver con su infinita ternura.
Me da vueltas una parte del Salmo:
Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Mejor es refugiarse en el Señor
que fiarse de los hombres;
Me río agradecida. No somos de fiar, y aun así Él es bueno y es eterna su misericordia, con todos y cada uno/a. A veces lo olvido y clasifico a las personas según mi criterio. Incluso a mí misma. Volver a hacer limpieza interior, y poner a todo el mundo al mismo nivel, ensancha ese espacio ahora lleno de silencio agradecido.
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