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Comentario de la liturgia

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domingo 24 de diciembre

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por Eugenia Yasinska

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ciudadana del mundo, con raíces en Italia, Rusia y Ucrania, desplegando el corazón en otras fronteras y culturas. Llamada a servir en la salud. Dando pasitos en la Sociedad como novicia entre las religiosas del Sagrado Corazón. Otros pasitos, bailados al ritmo de danza clásica. Sorprendida y movida por la Palabra. Buscadora de los “tesoros escondidos” en este mundo, roto y bendecido. 

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Evangelio: San Lucas 1, 26-38

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El sexto mes envió Dios al ángel Gabriel a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen prometida a un hombre llamado José, de la familia de David; la virgen se llamaba María. Entró el ángel a donde estaba ella y le dijo: 
   —Alégrate, favorecida, el Señor está contigo. 
  Al oírlo, ella se turbó y discurría qué clase de saludo era aquél. 
  El ángel le dijo: 
   —No temas, María, que gozas del favor de Dios. 
  Mira, concebirás y darás a luz un hijo, a quien llamarás Jesús. Será grande, llevará el título de Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, para que reine sobre la Casa de Jacob por siempre y su reinado no tenga fin. 
  María respondió al ángel: 
   —¿Cómo sucederá eso si no convivo con un varón? 
  El ángel le respondió: 
   —El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te hará sombra; por eso, el consagrado que nazca llevará el título de Hijo de Dios. 
  Mira, también tu pariente Isabel ha concebido en su vejez, y la que se consideraba estéril está ya de seis meses. Pues nada es imposible para Dios. 
  Respondió María: 
   —Aquí tienes a la esclava del Señor: que se cumpla en mí tu palabra. 
   El ángel la dejó y se fue. 

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El Evangelio de hoy condensa el sentido de las cuatro semanas del Adviento, el tiempo de la espera, y se repite la historia de salvación del evento “próximo” en horas, el nacimiento de Jesús. No soy experta en liturgia, pero puedo intuir que la intención última es traer a la memoria el punto de partida de la misma espera, como ocurre cuando una madre próxima a parir después de nueve meses, experimenta la alegría de saberse habitada. El tiempo se acorta, se transforma y asume otro carácter. 

“Como será esto?” pregunta Maria. Cuántas veces no sabemos responder al misterio de nuestra vida. 

Me viene a la mente una experiencia de estos días fríos aquí en Chicago: se pronosticaba que iba a nevar, pero yo no lo podía creer. Preguntaba, mientras nos dirigíamos al centro, cómo podía ser cierto y si podían confundirse de día o de previsión. La hermana que conducía el coche me aseguró de la certeza de tal hecho, por el tipo de cielo, “cielo de nieve”. Efectivamente, no he tenido que esperar a que la ciudad se llenase de blanco. Para quien conoce y ha experimentado años de vivir con la caída de primeros copos cada año, sabe leer los signos del tiempo. Le es familiar, lo reconocen en los pequeños signos, colores, perfumes, en la atmósfera y en el silencio de la mañana. Lo esperan, cíclicamente saben que se repetirá en el asombro y en el misterio del cambio. 

Cada año, nos es familiar este anuncio, de que algo va a acontecer, que Alguien va a nacer. Silencioso, vendrá con el poder del Altísimo y cubrirá con su sombra, con su gloria toda la ciudad, como los copos de nieve. ¡A nosotros nos toca descubrir Sus signos del tiempo! 

¡Feliz espera de su Navidad! 

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