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Comentario de la liturgia

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domingo 23 de julio

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por Alba Romero

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Soy Alba Romero, oriunda de Barcelona y viviendo en Bilbao como candidata RSCJ desde septiembre 2022.   

Me apasionan la naturaleza y la música y, últimamente, vivo admirada por el poder transformador del Amor que nos sostiene incondicionalmente y que mira con especial ternura a los pequeños de nuestro mundo. 

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Evangelio: San Mateo 13, 24-43

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En aquel tiempo, Jesús propuso otra parábola a la gente: «El reino de los cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero, mientras la gente dormía, su enemigo fue y sembró cizaña en medio del trigo y se marchó. Cuando empezaba a verdear y se formaba la espiga apareció también la cizaña. Entonces fueron los criados a decirle al amo: «Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde sale la cizaña?» Él les dijo: «Un enemigo lo ha hecho.» Los criados le preguntaron: «¿Quieres que vayamos a arrancarla?» Pero él les respondió: «No, que, al arrancar la cizaña, podríais arrancar también el trigo. Dejadlos crecer juntos hasta la siega y, cuando llegue la siega, diré a los segadores: Arrancad primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo almacenadlo en mi granero.»»
Les propuso esta otra parábola: «El reino de los cielos se parece a un grano de mostaza que uno siembra en su huerta; aunque es la más pequeña de las semillas, cuando crece es más alta que las hortalizas; se hace un arbusto más alto que las hortalizas y vienen los pájaros a anidar en sus ramas.»
Les dijo otra parábola: «El reino de los cielos se parece a la levadura; una mujer la amasa con tres medidas de harina y basta para que todo fermente.»
Jesús expuso todo esto a la gente en parábolas y sin parábolas no les exponía nada. Así se cumplió el oráculo del profeta: «Abriré mi boca diciendo parábolas; anunciaré los secretos desde la fundación del mundo.»
Luego dejó a la gente y se fue a casa. Los discípulos se le acercaron a decirle: «Acláranos la parábola de la cizaña en el campo.»
Él les contestó: «El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los ciudadanos del reino; la cizaña son los partidarios del maligno; el enemigo que la siembra es el diablo; la cosecha es el fin del tiempo, y los segadores los ángeles. Lo mismo que se arranca la cizaña y se quema, así será el fin del tiempo: el Hijo del Hombre enviará sus ángeles y arrancarán de su reino a todos los corruptos y malvados y los arrojarán al horno encendido; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el reino de su padre. El que tenga oídos, que oiga.»

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En el Evangelio de hoy, mediante 3 parábolas, Jesús nos invita a 3 actitudes: 

– La primera actitud, la verdad. Decirnos verdad en lo que vivimos y llevamos en el corazón, es la única forma de vivir en plenitud. Distinguir entre lo bueno y lo malo es bastante fácil o, por lo menos, acostumbra a ser bastante evidente. Lo que resulta más complicado y donde nos jugamos el darlo todo (y no casi todo) y la radicalidad de nuestro amor, es en lo que se puede disimular y puede “colar” como bueno si no ahondamos un poco para saber desde dónde nos estamos moviendo. Esas son las cizañas de nuestra vida; hacer las cosas para que nos quieran, llevar la cuenta de lo que hemos hecho por otros, instalarnos en nuestra comodidad interior en detrimento de otros, compararnos, ligar nuestra valía y la de los demás a las medidas del mundo, y un largo etcétera que cada uno podría completar. Estas cizañas son parte de nuestra limitación humana y hay tiempos en los que toca aceptar que la cizaña está ahí pero solo podemos dejar que crezca junto a lo bueno que también somos y tenemos, sin poder hacer más. Son esos tiempos en que cuesta poner nombre a la desazón, a la desolación, a la tentación, cuando nos cuesta, incluso, desear salir de esos lugares oscuros o darnos cuenta de que están. Pero llega un día en que hay que poder decirse verdad, nombrar, aceptar la pequeñez y ofrecerla, poniéndola delante de Jesús para que nos transforme, quemar la cizaña para poder recoger el trigo.  

– La segunda invitación es a la confianza. De la semilla más pequeña nace uno de los árboles más grandes donde pueden anidar los pájaros… el mostazo no crece de la noche al día y, si tuviéramos que juzgarlo por la apariencia de su semilla, nunca esperaríamos el resultado final. Así pasa con nuestra vida. A veces creemos que los dones que tenemos son pocos o que las limitaciones ocupan todo el espacio… pero Dios nunca dispone en valde, todo lo que somos está llamado a enraizarse en Él, a cultivarse, a confiar que un día puede dar fruto y darlo para los demás. Toda vida está llamada a esa plenitud y de lo más pequeño y descartable de nuestra vida, Dios también sueña y espera fruto… solo se nos pide fe y confianza.    

– Y la tercera es una invitación a la paciencia. Todo tiene su tiempo, su momento. Para comer un buen pan necesitamos amasarlo un buen rato, esperar a la fermentación de la masa, a veces volver a amasarlo y esperar el tiempo de cocción necesario, aunque tengamos hambre. Y así pasa en nuestra vida; tan a menudo el corazón tiene prisa y la vida late lento… pero cuantas veces, también, mirando atrás en nuestra historia hemos podido reconocer que los tiempos han acabado siendo los adecuados, mucho más de lo que habrían sido con nuestros planes. Voy viendo que la vida se va abriendo a medida que puede hacerlo y que del tiempo de espera y de deseo nacen muchas verdades que, de no haber tenido que apacentar, no habrían tenido ocasión de aflorar.  

En esas tres parábolas de hoy, Jesús nos da unas claves bien profundas para nuestra vida de fe. Al final del pasaje se pone en boca de Jesús una lectura más apocalíptica de esa primera parábola, pero creo que de fondo viene a decir lo mismo: la verdad nos lleva a la Vida y el mal a la muerte. Y Jesús es enviado al mundo para invitarnos a la Vida.  

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