[vc_row][vc_column][vc_column_text]

Comentario de la liturgia

[/vc_column_text][vc_column_text]

domingo 22 de octubre

[/vc_column_text][vc_column_text]

por Josetxo Ordóñez

[/vc_column_text][vc_column_text]

En la Fundación Migra Studium me sirvo del derecho para acompañar y defender a personas migrantes. También confío en que la justicia se puede contagiar enseñando en la universidad 

[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_separator][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column width=»1/2″][vc_column_text]

Evangelio: San Mateo 22, 15-21

[/vc_column_text][vc_column_text]

Entonces los fariseos se reunieron para buscar un modo de enredarlo con sus palabras. Le enviaron algunos discípulos suyos acompañados de herodianos, que le dijeron: 
   —Maestro, nos consta que eres sincero, que enseñas con fidelidad el camino de Dios y que no te fijas en la condición de las personas porque eres imparcial. Dinos tu opinión: ¿es lícito pagar tributo al césar o no? 
  Jesús, adivinando su mala intención, les dijo: 
   —¿Por qué me tentáis, hipócritas? Mostradme la moneda del tributo. 
   Le presentaron un denario. 
  Y él les dijo: 
   —¿De quién es esta imagen y esta inscripción? 
  Contestaron: 
   —Del césar. 
   Entonces les dijo: 
   —Pues, dad al césar lo que es del césar y a Dios lo que es de Dios. 

[/vc_column_text][vc_single_image image=»12233″][/vc_column][vc_column width=»1/2″][vc_column_text]A Dios, todo

Son los últimos días de Jesús en Jerusalén. En medio del enfrentamiento definitivo con todas las autoridades de Israel, Jesús no se deja engañar por los fariseos y herodianos que le tienden una trampa sobre el pago de tributos a Roma. Jesús le da la vuelta a la intención torticera de los fariseos y les echa en cara su hipocresía y falsedad. Ellos no buscan la Palabra de Dios, solamente quieren desprestigiarle y apuntarse ellos el tanto. Jesús pasa por encima de todas las sutilezas fariseas, elude juzgar la situación política entre Israel y Roma, no le interesan los dilemas de escuela, de política y de teología de barra de bar. Lo que enseña es mucho más interior, más profundo, más salvador. El centro del mensaje es: «dad a Dios lo que es de Dios», exactamente lo que soslayan quienes le interpelan.

Como los fariseos, tendemos a parcelar lo que es de Dios y lo que es del césar. Adjudicar partes de nuestra vida: lo profano aquí, lo sagrado allá. Voy a confesar que yo he estado muchos años confundido en esto. Desde los 20 años, pensé durante mucho tiempo que la voluntad de Dios era para mí. Que lo de Dios era para mí: mi formación, mis sacrificios, mi profesión, mis ideas, mi prestigio, mi familia, mi bienestar. Que lo de Dios era para mí porque yo conocía a Dios, estaba cerca de Él.

Ahora, con 50 años, creo que todos esos años en realidad me dediqué a dar al césar lo que es del césar, es decir, una religión conservadora del «más de lo mismo». Creo que, como los fariseos, mi religión se acababa en mí: Dios para mí. Ahora trato de ser más sincero conmigo mismo y pido ser consciente de que yo soy para Dios, o más concretamente, para los hijos de Dios. Y que ese es el mensaje evangélico de verdad. 

Todo es de Dios, también lo del césar es de Dios. El dinero es de Dios, el prestigio es de Dios, la política es de Dios, el tiempo es de Dios, el trabajo es de Dios. Y todo eso es para dárselo a Dios. No porque lo diga el Evangelio de hoy, que no lo dice, sino porque este es el mensaje del Evangelio entero. 

Para acabar, hoy me propongo orar con Ignacio de Loyola: 

«Tomad, Señor y recibid
toda mi libertad,
mi memoria,
mi entendimiento
y toda mi voluntad. 

Todo mi haber y mi poseer;
vos me lo disteis
a vos, Señor, lo torno;
todo es vuestro
disponed a toda vuestra voluntad. 

Dadme vuestro amor y gracia
que esta me basta.» [/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]

Ir al contenido